La gente no piensa, es idiota, la gente cree ciegamente lo que ve en la tele, el duopolio televisivo se ha encargado de drenar las mentes de millones de mexicanos, con telenovelas repetitivas, noticieros maniatados, revistas del corazón y reportajes chantajistas, no hay esperanza, no, no la hay en un país de tontos, de idiotas teledirigidos, donde las televisoras pueden imponer a un presidente, transformar la realidad y hacer que la gente no piense. En este país llamado México, afortunadamente existen voces que no se callan, voces que denuncian lo podrido del sistema, que luchan por despertar del letargo a la sociedad e iluminar al vulgo, con el firme propósito de que estos ignorantes, idiotas, devoradores de desinformación, vean cómo han sido manipulados por siniestros intereses políticos y empresariales.

Si usted llegó hasta aquí, después del petulante párrafo anterior, hay varias opciones: estará asintiendo con la cabeza, porque está de acuerdo en cada una de las palabras previamente escritas, ya que mencionan diversos lugares comunes de la “crítica profunda”; o  quizás, como yo, estará pensando en lo molesto que resulta cuando alguien mira por debajo del hombro a toda una sociedad, tachándolos de idiotas manipulados y se asume como un pulcro paladín de la verdad, cuyo deber cívico-moral es despertar a esa bola de idiotas.

Esta soberbia intelectual repleta de lugares comunes, de ideologías estancadas en los setentas, que molesta, que se incrusta en los oídos de quienes seguimos la política mexicana, es el resumen de lo que es “La Dictadura Perfecta”, la nueva película de Luis Estrada. Una suerte de lugar común, tras lugar común: políticos corruptos, el poder de las televisoras, el pueblo bueno e idiota, los “buenos” políticos, los narcos graciosos, las putas, las drogas, los siniestros empresarios, los juniors, las chachas y por supuesto, el cliché más grande de todos, repetido una y otra vez en las tres películas anteriores de la dupla Luis Estrada/Damian Alcazar: el México desesperanzado, sin futuro, donde los malos triunfan como villanos de caricatura y los buenos, los-bien-buenos, terminan corruptos, muertos y hundidos.

En el México de “La Dictadura perfecta”, la gente deja de comer para ver la tele, se reúnen alrededor del fulgor de la caja idiota que les ilumina el rostro, son zombies que piensan lo que les dicen que piensen, en este México satirizado, caricaturesco e irreal, el personaje “bueno” se viene abajo porque uno de los tantos videos que ponían en evidencia la corrupción del “Gober” -al más claro estilo Bejarano o Niño Verde-, no lo pasan en cadena nacional y jamás se le ocurre subirlo a youtube, porque en este país ficticio, aunque mencionan las redes, y de paso le dicen a sus usuarios que lo que hacen son pendejadas que no impactan, lo importante es el control televisivo que gobierna con sus tentáculos, ese monstruo que así como inventa realidades, impone presidentes.

A más de dos años de la elección del 2012, donde más de 29 millones de mexicanos, divididos en tres partidos o alianzas de oposición, votaron en contra del supuesto candidato de las televisoras, quien ganó con poco más de 19 millones de votos, resulta irreal afirmar, aunque sea en forma satírica, que las televisoras tienen ese poder que tratan de retratar en la película, el creerlo borra de un plumazo la libre voluntad de la gente y resume todo el proceso electoral mexicano en algo tan simple, en una teoría de la comunicación que fue superada hace más de 50 años, deja de lado los verdaderos problemas de nuestro sistema político: el lucro con la pobreza, las dádivas electorales, la compra del voto, el nepotismo, los intereses empresariales, las diferencias del norte, el sur y el centro del país, la dependencia económica, la corrupción a todos sus niveles y en todos los colores de partidos, eso no existe en ese país de Luis Estrada, en ese México sólo existen los malos contra los buenos, todos son personajes de caricatura, nada se siente real, sobre todo el mismo país.

Esta visión de Luis Estrada es lo que molesta, pasar dos horas sentado frente a una película, mal actuada, mal dirigida, mal producida -El MUAC es TVMX- que te repite una y otra vez “usted es un pendejo, todos son pendejos manipulados, ¿ya vio lo pendejo y manipulado que es?, resulta un ejercicio de lo más tedioso.

Al acabar la película, uno esperaría que quedara ahí, que se asumiera que sólo es una caricatura, una sátira demasiado satirizada, un producto de entretenimiento que no refleja la realidad, ficción en su peor o mejor nivel, pero no, al acabar, mucha de la gente que ha sido mirada por debajo del hombro durante dos horas, saldrá a la calle a mirar a los demás del mismo modo,  y repetirá quizás el argumento principal de la película “¿ya vio lo pendejo y manipulado que es?