Esta semana, exactamente el 30 de octubre, el mundo de la mal llamada música “clásica” captó la atención de los medios, inesperadamente, pues muy poco se sabe de ellos, por un interesante hecho: El español Jordi Savall renunció al Premio Nacional de Música 2014 que emite el Ministro de Educación, Cultura y Deportes en su país.

Quiero utilizar este hecho para hablar sobre los concursos y reconocimientos entre y hacia los artistas. Sobre la validez e impacto de renunciar a un premio y sobre las causas que motivan a este acto: primero, por el estado del arte; segundo, por disidencia política; tercero, por desprecio a la competencia.

En cuanto a las protestas sobre el estado del arte: ¿Qué razones esgrimía Jordi Savall para no aceptar el premio con su respectiva bolsa? Cito:

Lamento tener que comunicarles pues, que no puedo aceptar esta distinción, ya que viene dada de la mano de la principal institución del Estado español responsable, a mi entender, del dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y promoción del arte y de sus creadores. Una distinción que proviene de un Ministerio de Educación, Cultura y Deportes responsable también de mantener en el olvido una parte esencial de nuestra cultura, el patrimonio musical hispánico milenario, así como de menospreciar a la inmensa mayoría de músicos que con grandes sacrificios dedican sus vidas a mantenerlo vivo.

Sumamente válida es la ideología del músico, a mi parecer, en estos rubros:

la grave incompetencia en la defensa y promoción del arte y de sus creadores

menospreciar a la inmensa mayoría de músicos que con grandes sacrificios dedican sus vidas a mantenerlo vivo

Recula más adelante en su carta de renuncia y admite haber sido beneficiado anteriormente con dinero y promoción del Estado. Me hace falta el ímpetu de Savall para culpar al Ogro Filantrópico por el desinterés dramático en el arte. No puedo yo, que fui criado a palos de ignorancia por un Estado inculto, relegarle la responsabilidad del desinterés, completamente. Quizás sea como el niño que nunca tuvo padres y aprendió a trabajar para comprar su comida, y critica la idea de que los padres deben ver y proveer a sus productos. Lejos de metáforas: desde que nací, el Estado nunca se ha interesado en paliar realmente la crisis cultural —ni ninguna otra—, y he tenido yo que crear mis medios para generar interés y públicos. Uno de esos medios es, por ejemplo, esta revista. Sin que ello le quite responsabilidad cultural al Estado, por supuesto. Cito a H Pascal:

La principal labor de un escritor es escribir; la segunda, crear lectores.

En tanto que la renuncia al premio de Jordi Savall generezconciencia en los directores del Ministerio, o sea el Sr. José Ignacio Wert, habrá valido la pena. Espero que en la península sea distinto, pues si uno renuncia a un premio en México, los gobernantes lo considerarán un ahorro al erario —fuente preciosa de su supervivencia y bienestar.

Moneda del Franquismo

Moneda del Franquismo

 

Quiero mencionar otras dos renuncias maravillosas, la primera, de Borges y Sartre hacia el Nobel, por cuestiones políticas; y la segunda, de Bonifaz Nuño y muchos otros artistas, por cuestiones de competencia.

El premio Nobel es la escalera eléctrica a la pléyade inmortal de la literatura. Jean Paul Sartre lo rechazó explícitamente en 1964, y en 1976, Jorge Luis Borges. ¿Por qué? Borges llamaba al Nobel, “un premio con olor a dinamita.” Ambos escritores conocían la contradicción de este reconocimiento: Alfred Nobel inventó la dinamita, ni más ni menos, y la fundación que también patrocina el premio de la Paz, se encarga de distribuir el explosivo en cada guerra y a cada país.

Si quien te entrega el premio está en completa contradicción contigo, lo menos que puedes hacer es ser congruente, habrán pensado; otros dirán, como Calle 13, que utilizan el dinero de los malos para hacer cosas buenas, cuando se le inquirió sobre sus patrocinios de Adidas. Considero que lo que genere más repercusión será lo mejor. ¿Por qué entonces Borges aceptó un doctorado de la Universidad de Chile, de manos de Pinochet? Este es el discurso que dio ante el gobierno fascista:

Yo declaro preferir la espada de la libertad, la clara espada a la furtiva dinamita. Hay un hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a todo el mundo. En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita. Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga. Y aquí tenemos a Chile, esa región, esa patria, que es la vez una larga patria y una honrosa espada.

La entrega del premio Nobel estaba condicionada a que Borges rechazara la invitación de Pinochet a recibir un doctorado. Prefirió visitar una universidad vecina que el premio dinamita. Años más tarde también se arrepintió; dice en una entrevista:

Fui a Santiago por una invitación de la Universidad de Chile para recibir un doctorado honoris causa –explicaba­. Luego me otorgaron esa orden que no pude rechazar. No soy para nada fascista; tampoco comunista, soy solo antiperonista. Dije cosas que quizá no debí decir y de las cuales ahora me arrepiento, pero eso se debe a que no sé nada de política.

Y claro, porque regresando a la máxima de Pascal: la principal labor de un escritor es escribir. Borges abrió de más la boca y no puede excusarse porque sabía demasiado de todo; pero nunca hizo una página literaria reprobable.

Finalmente, otros tantos han preferido simple y llanamente no participar en los concursos ni buscar premios. Los reconocimientos son un arma de doble filo. Rubén Bonifaz Nuño, ya de viejo, no quiso participar en nada, pues pudo percibir con mucha claridad que la competencia no sólo dejaba un ganador, sino que dejaba también un perdedor, o varios, cuyas formas de expresión e ideas eran igualmente valiosas. Además ya no necesitaba ni reconocimiento ni dinero. ¿Por qué competir entre sus amigos poetas? ¿No es el arte un instrumento para juntar, en vez de separar? La sed de reconocimiento hizo que Octavio Paz fuera un mamón; la de peculio, nunca ha llevado a un artista más que a pintar caras feas de mecenas.

Además, un premio es el juicio subjetivo de un jurado, que con base en un gusto completamente de su tiempo dictamina “quién es mejor”. No sólo reconocen a alguien, desconocen, a la vez, a muchos otros que se quedarán en la ventana de su cuarto rezando a Pessoa: “No soy nada/ nunca seré nada/ no puedo querer ser nada”. ¿Qué le pasó a los impresionistas y a los fauvistas cuando hicieron sus primeras muestras? ¿Qué pensaba Ortega y Gasset de la vanguardia? Lo que para unos es bestialismo, para otros es belleza. Un premio nacional como el que otorga el Fonca, fomenta la actividad y desarrollo de unos pocos, pero puede matar para siempre las aspiraciones de los muchos no beneficiarios.

Como cuando veo el futbol americano: yo le voy al que gane. Si no necesita no dinero o reconocimiento, no haga guerra; si necesita el dinero, tómelo; si se lo da alguien malvado, acomódese las talegas y dígale que lo es; si no es tan malvado, dígale que haga las cosas bien; si no va a hacer las cosas bien, hágalas usted mismo y no deje de criticarlo hasta que las haga bien, pues algún día todo será distinto. Ya lo dijo Alí Chumacero: hay que ser optimistas, de siglos!