De · La oruga · 1980

Bajas del camión con los talones dispuestos a recorrer
toda la confusa madre del día
para por ahí nomás irte a golpear el pensamiento en la banca de un jardín
o en las mismas calles que tantas veces has dejado atrás.

En cada esquina los basureros se te ofrecerán como una provocación
para el caos de tus socorridos callejones sin salida

Y te irás meneando la cabeza sin rumbo fijo
porque tienes que hacerte dos o tres preguntas
que ni siquiera consigues precisar.

Porque cuánto vale lo que estremece tus verdaderos adentros
qué tanto pueden rifar la frescura    el amor    tus ganas de crecer
donde dicen la naturaleza ha sido dominada y trastocada en pavimento.

Cuánta sangre merece una ciudad.

Qué lograron para qué qué sacaron con plantar
sus estúpidas ilusiones
entre máquinas constructoras.
Cuánto vale lo nuevo que trae tu impulso de ser hombre
si la historia resulta ser el producto de preservativos ingeniosos y trampas de vacuidad.

Y luego quién determina dónde debe estar tu cuerpo
con sus bríos o sus penas
dónde tus ganas de hacerla efectiva si este queso ya se engusanó
mira las banquetas llenas de hollín
no puede haber posibilidad donde existe la combustión del diesel
buscando el cielo y las ventanas
de qué se trata eso de caminar y caminar
tratando de ganar salud y fuerza
si te dicen que no vas    que no irás a ningún lado
si no participas    si no colaboras
en las citadinas y funestas consagraciones de crecer como vejiga
como sapo hasta reventar en un ciudadano que mira los cartones de las ofertas un domingo.

Pero empiezas a dudar hasta de tus propios cabellos
por ojos incrédulos y frentes estrechas
dónde quedó el chasquido que hizo del mundo la entraña más grande
donde el torrente    la eyaculación original
que sobreviene a la miseria de tener sed en el amor
“tras la palidez de las paredes    bajo las rayas de la avenida
lejos de estacionamientos y cables que rigen tu vida”
y dudas a huevo que dudas de tener algo que no sea basura en la cabeza
basura esa imagen que te pide la ciudad no sé realmente a cambio ¿de qué?
todo lo que tienes que hacer es dejar de crecer    ¡ah!
todo lo que tienes que hacer es dejar de crecer
y barrer y regar hasta que el tiempo disipe toda esa mugre
en la que te has
convertido
en la que te has
convertido
en la que te has…
“No preguntes por mí estos días
he estado enfermo    lesionado    arteramente
y sólo quiero que nadie se siente sobre mi ropa”

De · Como agua al regresar · 1982

Cuando el alacrán besa tu carne
la sangre es un lodo ardiente
que el cuerpo no puede contener
y estalla la vida en millones de pedazos
rumbo a todas las direcciones posibles que la noche desbordada
pueda concebir.
Cuando el alacrán besa la carne,
viene entonces el coyote a limpiar tus ojos ya sin tiempo.
a limpiarlos con su lengua silenciosa,
mientras fluye por la retina
toda la vida en el concentrado instante de la muerte.
Cuando llega el coyote a limpiar tus ojos
la frontera entre la luz y la sombra queda demolida en la sangre
la distancia es una noche que perfora al grito
y es silencio que hace estallar las piedras
y un segundo es todo el mar
en el que puedes ver el no sé
en el que puedes oír el no digo.

“Pero estás muerto” dice también un gallo
con las plumas de un color cada vez más bizarro
y esa frase aunque ya sembró su estrago
es como una ola que necesitara atravesar todo el océano
para reventar,
entonces existe un tiempo para saber qué olor de vida
posee la muerte
un tiempo para ver al tiempo,
como un loco iluminado, fulminado por un rayo
de estremecido cielo.

De · Borrar los nombres · 5 · 1993

Al doblar la esquina en la carrera
me siento más en los bufones
que en mi propio cuerpo compañero
corro detrás de sus gritos y sus burlas
y una fuerza involuntaria te socorre el corazón
con su acento primitivo
imán de pluma que regala ritmo en las pisadas
luna llena que te honró como su hijo
eres parte de la mentira que hace recordar el tatuaje sobreviviente
eres un animal que en los nervios lleva al diablo de jinete
muy tranquilo
eres la raíz oscura que ignorará toda la vida cómo es la luz
pero no lo que le pertenece
el tizne de lo que siempre quisiste y ni siquiera sabías
o la luz de esto que no podrías haber sido
si los sucesos sombríos
si los sucesos lumínicos otra red hubieran tejido
eres la mata que creció sin jardinero y te han salido espinas
eres el que no soy de una tribu que ríe en lo peor del tiempo
como si supieran la cifra final de tanto juego
de tanta sed de sol de tanta necesidad de encarar el horror
para conjurarlo
de tanto honor de darse a la causa de la víbora del cielo
Hay que resistir entonces el vértigo de no entender
pero sentir que la carrera no es sobre las piedras
y que la tarde suena como piedras de oro que jamás serán monedas

 


Ricardo Castillo nació en Guadalajara, México, en 1954.

Sus libros son:

  • El pobrecito señor X (1976)
  • La oruga (1980)
  • Concierto en vivo (1981)
  • Como agua al regresar (1982)
  • Ciempiés tan ciego (1989)
  • Nicolás el camaleón (1989)
  • Borrar los nombres (1993)
  • Il re lámpago

Además del recorrido acojonante que traza su poesía, de lo personal a lo sonoro y todo junto, es muy interesante verlo y escucharlo leer sus popios textos, denle clic al inicio.


Al respecto:

Hay muchísimos poemas de súper poetas actuales dispersos en la web, y uno se anima y dice “veamos qué hay ahora”, y resulta que era el que había escrito el mejor amigo del fundador de la página a los 15 años y te decepcionas de toda la poesía y te dedicas a ver Naruto y no leer nunca más.

Hacía falta un valiente que leyera todo eso y seleccionara lo mejor de lo que se está escribiendo ahora y se publica sin clemencia gracias a las bondades de internet y a los azares de los editores.

Toda antología es una poética, así que ser sinceros será decir que leerán poemas desde mi filtro. Soy una persona tan plural como me es posible y deseado, pero ya lo dijo Borges: una lista es una enumeración de ausencias. Intentaré que, aunque no sean todos los chingones, todo lo que lean aquí esté chingón.

Hay muchas otras antologías, más completas quizás y con las más nobles intenciones. De muchas de ellas me he servido sin duda; aquí va la nuestra.