Las reformas educativas realzan la innovación y rechazan la llamada “educación tradicional”. Cada reforma lleva el signo del fracaso y del copy paste,

Hay un decreto de la Ley General del Servicio Profesional Docente en el que se dice que ha sido injusta la manera en la que se ha achacado a los docentes el fracaso de la educación en México. Sin embargo, aunque ese texto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 11 de septiembre de 2013, se sigue señalando a los profesores como responsables de los malos resultados. Y es que el fracaso en México se exalta como una indeleble marca caínica. Es el fracaso de los once ratones verdes que no pueden llegar al quinto partido no se compara a este otro fracaso vergonzante.

Los medios de comunicación hacen escarnio de los profesores, depositarios de la indignación en los padres de familia que exigen que los maestros regresen a las aulas cuando la Reforma Educativa es en el fondo una reforma laboral, o lo que es lo mismo, gato por liebre. La opinión pública tiende al arrebatado desprestigio de la profesión del docente, influida por los líderes de opinión de ideologías cuestionables. El problema es que la educación parece uno de los últimos reductos en el que existiría la capacidad de discernir, criticar y pensar. Y hago énfasis es el verbo en pospretérito parecería. Es obvio que los medios de comunicación quieran inhibir estas prácticas. Las reformas educativas que cada sexenio aparecen como panaceas dejando atrás la que le precede por considerarla obsoleta y fracasada. Sin embargo, cada reforma es enarbolada hasta la náusea, le llaman Nueva Reforma Educativa siempre. Promete ambiguamente escenarios en los que los alumnos serán unos superdotados, dechados de virtudes. La Nueva Reforma Educativa jamás se cuestiona. La Nueva Reforma Educativa es la Verdad. Alabada sea. Sin embargo, la Nueva Reforma Educativa no nos hará libres.

Sigmund Freud afirmaba que enseñar, gobernar y psicoanalizar eran tareas imposibles. Hoy a los docentes se le capacita hasta el extremo y se les somete a evaluaciones más rigurosas que a los propios estudiantes. Las reformas educativas realzan la innovación y rechazan la llamada “educación tradicional”. Cada reforma lleva el signo del fracaso y del copy paste, tan tradicional en los alumnos posmodernos. Los pedagogos dicen que son los políticos quienes reciben los textos en los que se hallan las recomendaciones de la OCDE. Nadie lo dice, pero acatar estas recomendaciones parece prioritario, sin considerarlo un rasgo de sometimiento. Y lo repito para que quede claro: a nadie le parece sospechoso que acatar ciegamente las recomendaciones de la imperante OCDE tenga, en el fondo, el sello del sometimiento. Y es paradójico porque se habla de que en un aula el poder ya no le pertenece al profesor. Ahora el poder, dentro de las instituciones educativas, lo tienen los psicólogos industriales y los pedagogos. No hay pedagogos suspicaces, los pedagogos no cuestionan, obedecen. Yo los he visto asentir y repetir casi de memoria el discurso oficial en turno. No hay pedagogos eruditos. He de decir que la Pedagogía me parece está más cerca del evangelio que de la educación que pretende formar a librepensadores.

Concluyo diciendo que a la hora de operar la Nueva Reforma Educativa sexenal suele haber desajustes de carácter instrumental, y es que los textos, como las leyes divinas, de la OCDE jamás se someten a discusión, no se contextualizan, se copian y se pegan como si fuéramos finlandeses. Además, cada sexenio las prioridades educativas cambian haciendo, poco a poco, que la escuela se parezca más a una empresa que a un lugar en el que habita el conocimiento.