La galería Sin Falda exhibió el proyecto CoSMoS de Foreman del 30 de mayo al 2 de julio de 2019 -> https://www.instagram.com/sasl_sf/. Sigan la pista a los proyectos en Sin Falda. Actualmente se plantean hacer solos de artistas. Es la primera expo en ese espacio y tuve la oportunidad de colaborar con el texto de sala que comparto enseguida.

El arte renacentista destruyó la belleza integral al separar lo feo de lo bello; luego, el Romanticismo quiso repararlo; luego, el arte modernista lo volvió a separar; las vanguardias vinieron a repararlo de nuevo; y los artistas modernos lo revendieron hasta erosionarlo. A la par de los grandes éxitos de Britney Spears y Justin Timberlake, nació y creció una generación de artistas desamparados, sin ideologías dónde asirse y con todos los discursos desgastados.

La cuestión es evidentemente más compleja que eso, pero, ciertamente, la concepción de “arte” como la selección y recreación de la belleza ha recorrido la historia, y sigue presente en espectadores, e incluso en creadores. De la mano de las teorías de Herder o Freud, los artistas del Romanticismo o de las primeras vanguardias del Siglo XX se propusieron replantear esa concepción preguntándose qué es bello y qué es pertinente a la belleza. Así, incluyeron elementos, figuras o formas ajenas a lo que comúnmente podría reconocerse como “lo propio del arte”.

Los artistas de la segunda mitad del siglo XX llevaron al extremo la práctica formal sustentada en la teoría de la vanguardia (pensemos en un inodoro expuesto). Y aún más, los creadores y espectadores que sucedieron al arte moderno encontraron ya desgastado este recurso. Inmediatamente, la propuesta formal de un cuadro se separó de su planteamiento ideológico, convirtiéndose meramente en recursos estéticos. Una vez perdida la sorpresa y la curiosidad, el retorno a lo bello, lo neofigurativo o la estetización de la pobreza surgieron como consecuencias inevitables al encuentro visual, mas no ideológico, con los postulados de los artistas modernos. Estamos en un mundo con artistas que se recubrieron superficialmente de recursos formales en vez de construirselos desde la ideología.

El proyecto Cosmos de Foreman recuerda el ímpetu de los pintores de las vanguardias: regresar la práctica vital al arte; que sea un individuo aquello que leemos en un cuadro; que sus soluciones formales sean la forma de ese individuo de opinar del mundo que habita. En los cuadros y la serie de pequeños formatos de la exposición, podemos entender que un individuo funciona como herramienta para vincular los distintos elementos en un espacio, mental o físico. Las combinaciones que crea un individuo constituyen nuevos cosmos, capaces de vincularse de nuevo.

En las piezas, Foreman vincula el cosmos de sus recuerdos y el cosmos que lo rodea, al cosmos pictórico que construye a través de su investigación formal. Aunque incluye elementos urbanos en materia, forma y contenido, la sinceridad de su ejercicio aleja sus temas de la apropiación cultural o el punk de boutique. Si viviera en el campo, probablemente pintaría flores. Pero acepta lo que ve y lo vincula.

Investigación, pluralidad y sinceridad son un acierto triple ante el error que comete la cultura: Al separar aquello “no propio del arte” de lo que “podría funcionar en un cuadro” según el gusto del Mercado, se abre una brecha entre vida y pintura. ¿Y qué más da que arte y vida se separen, si ningún espectador va a tomar las antorchas y derrocar al Sistema después de ver un cuadro en una galería? La apuesta de Foreman es por la vida del pintor. La condición de la pintura parecería asimilar los términos “producción” con “creación”, cuando uno atañe a lo industrial, lo otro, a lo humano, en tiempos y sensibilidades.

Cada uno tiene
su pedazo de tiempo
y su pedazo de espacio,
su fragmento de vida
y su fragmento de muerte.

Pero a veces los pedazos se cambian
y alguien vive con la vida de otro
o alguien muere con la muerte de otro.

Casi nadie está hecho
tan sólo con lo propio.
Pero hay muchos que son
nada más que un error:
están hechos con los trozos
totalmente cambiados.

Roberto Juarroz pudo ver cómo los individuos estaban construyéndose superficialmente con fragmentos ideológicos a la mano. Al leer las piezas de Foreman tenemos una doble vía, a leer la construcción del cosmos de un individuo a partir otros cosmos, y a plantearnos los universos que habitamos y cómo nos crean.