Cristiano o el posmoderno Prometeo

o Apología de Cristiano Ronaldo

o Diatriba contra Juan Villoro

o Háganle como quieran

 

Si el mundo tiene forma de pelota,

al arco iris le puedo hacer un gol.

¡Vamos, vamos a ganar,

hay que saber diferenciar

entre los que juegan bien o juegan mal!

La Mosca Tse Tsé

Si Juan Villoro puede pecar de perder la objetividad y escribir un libro congestionado de injustificables elogios a su ídolo Lionel Messi y de críticas absurdas a Cristiano Ronaldo, ¿por qué no iría alguien a redactar, aunque sea de forma breve y somera, una apología de CR7, el posmoderno Prometeo? Y el problema no es que alabe o denueste a uno o a otro, sino que, en este caso, sus argumentos parecen demasiado débiles. Por ejemplo, cuenta la anécdota de cuando el astro argentino hizo un coraje homérico al enterarse de que su doble (sí, Messi tiene un doble para grabar comerciales) firmaba autógrafos a la gente. La explicación de Villoro resulta risible: que el hobbit futbolero es taaaaaaan humilde que hasta su doble debe serlo.

Pero dejemos de lado, por ahora, a la gran “pulga atómica” y vayamos al grano. En este libro, Balón Dividido (publicado, muy oportunamente, en abril del presente año), hay un capítulo, el más breve (sólo cuatro páginas) y el más bajo (puro denuesto injustificado): “Diatriba contra Cristiano Ronaldo”.

El mismo Villoro sabe que no existen muchos argumentos, más allá de ese feeling peculiar que hoy en día nos predispone contra la grandeza ajena, para criticar negativamente al ídolo portugués. Por eso, el autor se cura en salud y antes de lanzar el primer ataque, declara: “criticar a quien ha ganado el Balón de Oro con dos equipos diferentes resulta fascinante porque es fácil errar el tiro”. Y aun así no se contiene y comienza su primer acercamiento peligroso: “Tanto él como su novia rusa se han encargado de recordarnos que su apostura causa envidia”. Contragolpe: la bellísima Irina Shayk nada tiene que ver con el tema, y resulta de mal gusto involucrarla para hablar mal de su novio. Además, la frase implica que admite la dicha envidia provocada por la apuesta pareja. ¡Autogol!

Fotografía-de-Reforma.

 

En seguida lanza la crítica más pobre que he oído contra CR7: lo compara con Narciso por su forma de prepararse para cobrar un tiro libre. ¿Cuál es la relación entre el narcisimo y el estilo de juego? ¿En verdad existe ingenuidad tan grande como para pensar que Ronaldo se para de cierta forma para ser fotografiado y no porque él crea que es la mejor manera de disparar a gol? En los mismos casos Cuauhtémoc Blanco tomaba más de diez metros de distancia; Pelé espoleaba el césped y le hacía un hoyo donde colocaba el balón; Roberto Carlos se ponía de frente a la pelota y azotaba los zapatos contra el pasto, sin avanzar, varias veces antes de del tiro; Beckham se paraba a un costado, formando casi un ángulo recto entre la portería, el balón y él mismo, y cobraba el tiro libre con lentitud pasmosa. Y a ninguno de ellos se le acusó como al jugador del Real Madrid. Claro, es que ninguno de ellos portaba con tal naturalidad ese aire de superioridad (¿grandeza, talento, integridad?) como Cristiano. O qué, ¿la elegancia de Garrincha, Maradona o Zidane para driblar y meter goles también era patológica?

Continuando las críticas infundadas y que nada tienen que ver con el juego, se menciona el apodo CR7 como un sino inherente al jugador, a la persona: “sugiere que estamos ante alguien ajeno a la condición humana: un ciborg o un arcángel” (¿?). Error; lo que da esa sensación son las capacidades físico-atléticas del Hércules madridista, demostradas semana a semana el La Liga. El seudónimo es más bien un simple mote creado por los publicistas, que han convertido al ser humano, al deportista, en una marca para vender. De esto ninguna culpa tiene Ronaldo. Infamar al portugués por ese motivo es como criticar al “Pikolín” por feo, o al mismo Messi por chaparro.

Y ahí pudo acabar todo, como un mal chiste. Pero no, aún faltaba lo peor, lo más descabellado. Tras enumerar las casi innumerables dotes físico-atléticas del jugador, Villoro lo acusa de ser un futbolista tan perfecto debido al mismo narcisimo y, además, por si fuera poco, ¡de no ser un gran jugador! Los goles, asistencias y jugadas maravillosas con los que CR7 nos ha deslumbrado se basan en su fuerza, velocidad, estatura, dinámica, potencia, agilidad, pero, según la lógica villorina, el coloso lusitano carece de la picardía y la magia de Maradona o de Garrincha, y ha convertido su juego en cálculo y método, quitándole la inventiva, la improvisación y la chispa que le pone sabor al desempeño. Yo no sé si la aversión que siente el escritor por el talento, la belleza y la novia del futbolista llegue a tal grado que no vea sus partidos y sólo haya basado su crítica en un par de videos de youtube. Sería la única manera de explicar que no recuerde el gol de taquito que le hizo al Getafe en el 2013 (con el cual, por cierto, superó a Hugo Sánchez como goleador merengue), o su anotación con doble regate y tiro de zurda en contra del Galatasaray apenas un año antes, o las jugadas de fantasía (por las que fue criticado como irresponsable y poco serio) con las que deslumbró al mundo portando la playera del Manchester United y que le valieron su primer Balon d’Or. Reprochar a éste o cualquier otro deportista ser un portento físico es tan insulso que apenas puedo creerlo.

Ahora bien, ya se pasó revista a su vida social, a su psicología, a su físico… algo nos falta. ¡Claro! Su carácter y su toma de decisiones. No podían olvidarse dos situaciones que alcanzaron el conocimiento popular en todo el globo: aquella tristeza de Ronaldo y su relación con José Mourinho. Cuando perdió la opción a su segundo Balón de Oro, en contra Lio Messi, y, en su siguiente partido, tras anotar dos goles sin festejo alguno, el Ulises de Chamartín declaró sentirse triste por motivos profesionales. De ahí surge la siguiente crítica viperina: “anotar y poner cara de ‘huele a podrido’ es tan anticlimático como insultar al público al recibir una ovación”. Pero, ¿no lo hacían así Johan Cruyff o Thierry Henry (lo del festejo, no lo del insulto)? ¿No tiene derecho Cristiano a la tristeza y a expresarla en el modo que él prefiera? Ya me imagino, si hubiera sido Messi el protagonista de esta historia, las alabanzas que caerían sobre él por haber sido tan profesional de anotar dos goles a pesar de todo y expresar su desánimo con un sincero silencio. ¡Qué humildad, caramba!

CR7-Messi-final-champions

En cuanto al entrañable y lenguafloja de Mourinho, no hace falta que entre en detalles acerca de sus trifulcas con el vestidor merengue. De esa historia todos sabemos más que de la Reforma Energética o de la Independencia de México. Pero el golpe bajo aquí tenía que ser, claro, contra CR7. Así, el autor refiere la anécdota de cuando Mou comenzó a soltar, públicamente, infundios en contra sus propios jugadores, y los capitanes madridistas Iker Casillas y Sergio Ramos enfrentaron, también frente a las cámaras, al tirano, Ronaldo prefirió calmar las aguas con su entrenador a través de un intermediario, el representante de ambos, José Mendes. O sea, prefirió evitar un escándalo público hablando mal de su jefe de trabajo (recordemos que en fútbol existe un código ético un tanto estricto para estos casos), no quiso agrandar el espectáculo y eligió, de nuevo, el silencio y la humildad. ¡Y se le acusa de haber actuado con egoísmo, pugnando por su persona y no por el equipo! ¿No era ya una cuestión personal, no la hizo así Mourinho? Casillas y Ramos dieron la cara por sí mismos y no por el equipo, como era lógico. A ninguno de ellos puede reprochársele esta acción, pero menos aún a Cristiano, quien actuó con todo respeto para evitar la polémica.

Así las críticas infundadas de Juan Villoro contra CR7. Pero no podía faltar un “pilón”, un extra para cerrar el absurdo escarnio que intentó hacer del portugués. Continuando con su acusación de egoísmo, declara que “ningún futbolista mejora en su compañía”, así como lo hizo Careca con Maradona o Rivelino con Pelé. Sólo diré: Bale, Benzema, Coentrão, Di María, Marcelo, etc.

Comparar a Cristiano Ronaldo con Narciso es absurdo. El lusitano representa más bien un Prometeo del siglo XXI, que ha bajado directamente del Olimpo para traernos el fuego del juego, y cuyo castigo final por servir a la humanidad (así como todos los que han hecho algo por esta raza han merecido un castigo) será vivir por siempre encadenado a una portería recibiendo el halago y el desprecio de los aficionados.

Juan Villoro es un gran narrador (ojalá escriba, mejor, más novelas) y no tiene por qué rebajarse a comentarios tan cínicos y cobardes como: “el formidable atleta portugués nos desafía a alcanzar un modo más complejo del repudio”.

En este caso, el escritor ha sacado el cobre. Ronaldo es el mejor futbolista del mundo. Y háganle como quieran.