Suena La Diana

Cuauhtémoc Blanco, uno de los grandes ídolos del futbol mexicano y del pueblo de México, quien ha hecho soñar a miles de niños, a quien podemos recordar también en su carrera como actor, comentarista invitado, comentarista de su propio programa y sobre todo en cientos de comerciales de diversas marcas, ahora da un giro a su carrera que incomodó a la misma gente que le aplaudió como celebridad: es candidato por un partido local a la alcaldía de Cuernavaca Morelos.

Su candidatura, hizo que un sector de la población enardeciera, la gente se cuestionó ¿cómo es posible que un futbolista, naco, jorobado, sin educación, que viene de Tepito, que ha tenido novias en la farándula, que ha repartido madrazos, insultos y hartas mentadas de madre, pueda siquiera pensar, que es bueno o podría ser un buen gobernante de un municipio?, ¿cómo es posible que alguien que jamás mostró interés en los temas políticos y sociales de México, que ha llevado una vida hedonista, al que jamás hemos visto en una marcha, que no estudió en la UNAM, o de menos   ha expresado una ligera opinión que no sea de futbol, se atreva a ensuciar nuestra débil democracia donde esos lugares están reservados para los mejores próceres del país? Pues a pesar de todas las molestias y de que se rasguen las vestiduras, está en todo su derecho porque si no lo sabía amigo: el Cuau, también es un ciudadano mexicano.

Su lugar de celebridad nadie se lo quita, que se esté aprovechando de ello, al igual que el PSD Morelos se esté aprovechando de él para salvar el registro es un asunto aparte, ¿por qué? Porque las críticas no se están enfocando en este claro cinismo partidario, sino sobre la persona, es más fácil decir “ese wey qué”, que cuestionar al PSD.

No hay que olvidar que este partido es una reminiscencia del extinto PSD, partido que en el 2009 tenía a la Chiva de Big Brother y a Pancho Cachondo como insignia de su campaña, y aunque le cueste trabajo creerlo, no fueron los primeros en usar celebridades que les pudieran garantizar elevar los puntos y salvar el registro. Los casos son muchos, incluso antes de que yo, o muchos de ustedes nacieran, ¿ejemplos? Van tres muy relevantes:

Irma Serrano alias la tigresa, actriz, objeto de deseo de Díaz Ordaz, fue senadora por el PRD, y candidata a jefa delegacional en Cuauhtémoc.

María Rojo, actriz, Diputada plurinominal, ex jefa delegacional de Coyoacán, ex senadora por el PRD y actualmente es la única Senadora que hemos visto completamente desnuda, y de la cual existe una película casi soft porn llamada “La Tarea”.

Silvia Pinal, actriz, Senadora del PRI, presidenta del DIF de Tlaxcala y a quien también le vimos los pechos en Simon del desierto.

A esta lista se suman Carlos Hermosillo, titular del CONADE, Jorge Camacho, Eric del Castillo, Laura Zapata y muchos más irrelevantes que quisieron, o contendieron, pero que al final se aprovecharon completamente de su lugar como celebridades y sólo para cerrar con un gran broche de oro olímpico: Ana Gabriela Guevara, atleta, directora del IDDF, actual senadora plurinominal por la coalición PRD-PT-Movimiento Ciudadano, quien será recordada por equivocarse de Cámara al rendir protesta, pero eso sí, nadie lo recuerda porque quizás su “Doctorado en Harvard” la exenta de su error, o tal vez porque no perteneció a un deporte tan popular que levanta pasiones y que a veces se confunde casi con la política como es el futbol.

El uso de celebridades en asuntos políticos no es exclusivo de la democracia mexicana, casi todas las democracias occidentales lo han hecho, desde la estadounidense con el Gobernator, hasta la Filipina con Manny Pacquiao, y es que aunque a muchos no les parezca, la gente, entre ellos yo, amamos a las celebridades, lo que cambia, es el tipo de celebridad. No todos aman a las mismas celebridades.

Un ejemplo reciente fue Cuando Alfonso Cuarón, aprovechándose del reflector internacional, cuestionó a Peña Nieto, todos asintieron, lo llenaron de aplausos y hasta diputado lo querían hacer, les importaba un carajo que llevará años sin vivir en México, que no hubiera estudiado economía, o administración pública, era una celebridad, pero no cualquiera, era una celebridad afin con la soberbia intelectual de muchos, no como Cuauhtémoc. Para los críticos, Cuarón es cool el Cuau no, Cuarón tiene todo el derecho porque hace arte, el Cuau no por ser un naco farandulero.

Pero así como muchos aman a Cuarón, muchos aman a Cuauhtémoc, porque el amor por las celebridades es tan variado como las personalidades de la gente, no dudo de que si se lanzara como diputado en la delegación que lleva su mismo nombre sería apoyado por todo Tepito-Lagunilla-Centro-Doctores, hasta el eslogan sale solo “Cuauhtémoc por la Cuauhtémoc” porque la gente real, la gente de a pie, que muchos desprecian y consideran ignorante, tiene a sus propias celebridades, así como la gente “crítica y leída” tiene a las suyas. Es la soberbia intelectual la que lleva a muchos a creer que tienen el derecho de juzgar quién puede o no postularse a un cargo público, ¿tiene más derecho un político profesional que lleva años viviendo del erario?, ¿o una actriz de cine de “arte”?, o qué tal un deportista que no le caiga mal a todos, ¿quizás un atleta paraolímpico?

Al final todos, aunque sean celebridades, tienen el mismo derecho, porque son ciudadanos mexicanos, el votar o no por ellos, es un asunto que le compete al electorado, y si a pesar de esto, a usted le sigue molestando esta situación y está en contra del uso de celebridades o su participación en la política, demándele a su diputado, a su senador o a su legislador local que meta una modificación al código electoral para impedírselos, quizás en un futuro lo reciba el mismo Cuauhtémoc Blanco.