Texto de Andrei Peña
Un hombre con gabardina avanza sobre una calle húmeda y vacía. Es de madrugada, lo intuimos por lo poco iluminado del lugar y el silencio que sólo se ve interrumpido por el par de zapatos de charol. El hombre enciende un cigarrillo, el humo se eleva y choca en su sombrero. Mira hacia los lados, sabemos que busca algo, pero no nos da más pistas. A lo lejos, se escucha el motor de un auto, el hombre se esconde en una esquina. El auto se detiene, bajan cuatro tipos, todos enfundados en gabardinas y sombreros, arrastran a una mujer rubia, amordazada y con lágrimas negras que manchan su vestido de noche. El hombre los mira, saca un revolver, se pone el cigarrillo en los labios y avanza de forma confiada hacia ellos. Todos se alarman, están a punto de disparar hasta que reconocen su rostro, entonces…
Aquí pueden pasar diferentes acciones, la primera, quizá la más predecible, es que el hombre sea un policía habilidoso, un tipo rudo que está por negociar la liberación de la mujer, y que después de un largo discurso, donde escucharemos frases como “déjala ya, Jackie Boy, estás perdido”, “tu plan ha fallado, la policía viene en camino”, el astuto hombre demostrará que tiene todo planeado de una forma tan exacta como para condenarlos de por vida a la cárcel. Se arma la balacera, los malos mueren, el hombre está herido, la damisela lo cuida, las sirenas se aproximan, cierre a fin.
La segunda, es exactamente lo mismo: discurso del héroe, tal vez una nueva frase como “No creerás que te ibas a salir con la tuya, Jackie Boy”, explicación del plan, balacera, los malos mueren, el hombre está herido, la da-misela lo cuida, las sirenas se aproximan. Y ahí, cuando pensábamos que la película se volvería igual que todas las demás, el hombre con la poca fuerza que le queda, levanta el revolver, y dispara a matar a la damisela que lo cuidaba, mientras ella se desvanece en sus brazos, él coloca el revolver en las manos de uno de los secuaces sin nombre. La luz de las patrullas se aproxima. Cierre a fin. Tenemos un Film Noir.
No sólo con esto podemos definir a una película de cine negro (a partir de aquí dejaré de utilizar el término francés, para no sonar como cultoso de cineclub), pero sirve completamente de referencia. El cine negro siempre estará vinculado a diversos estereotipos que, hasta la fecha, se han quedado grabados en nuestra cabeza: la mujer fatal, el policía bueno pero atormentado por su pasado, los bares clandestinos, el criminal desalmado con una obsesión malsana por el dinero, el policía corrupto y demás clichés que el cine, y sobre todo el de Hollywood, se ha negado a abandonar. En resumen, el cine negro parte de una simple premisa: las historias de la vida criminal y citadina, son dignas de ser narradas.
“No me dejas opción, Jackie Boy”
Siempre que pensamos en Cine Negro aparece esa figura de gabardina y sombrero, con cigarrillo en mano, y, aunque no recorde-mos su nombre, alguien nos dirá algún día (ese día llegó hoy) que ese tipo se llamaba Humphrey Bogart y protagonizó la que se consi-dera la película inaugural del género: The Maltese Falcon/Huston (1941). La escena inicial de esta película, en la que una bella y “frágil” mujer cruza la puerta del detective privado Sam Spade, para pedir que investigue el “misterioso” asesinato de su hermana, se ha adaptado cientos de veces; desde parodias puras, tributos y viles calcas que se realizaron en los finales de los 50s para revivir al género, todas ellas sin el encanto que hizo famosa a la original.
El Halcón Maltés, no sólo trasciende por su historia turbia o personajes que servirían de moldes para cientos de actores y actrices sin talento. La fotografía, los decorados, la dirección, todos fueron mezclados en una harmonía abrumadora, que en estos tiempos pareciera obsoleta, pero que para el cine de inicios de los 40s, era toda una novedad, y es que recordemos que al inicio de esa década, Hollywood estaba concentrado sobre las películas “alegres”, musicales o historias ligeras que pretendían distraer al espectador de la crisis que se sufría producto de la segunda guerra mundial. Es ahí cuando, en el momento menos políticamente correcto, surge el cine negro con sus historias sombrías, sus ambientes plagados de vicios, de criminales, antihéroes y de policías corruptos. Era un cine “feo” utilizando el adjetivo sólo para contrastarlo con películas “bellas” como How Green Was My Valley/Ford (1941) ganadora del Oscar a mejor película, una historia tan cargada de valores familiares como te-lenovela de horario estelar.
Y la pregunta aquí es, ¿si Estados Unidos no estaba preparado para este cine a qué se debe su éxito?, y la respuesta simple, casi sacada de Google es: El país no estaba listo para ese cine, pero su gente sí.
Imaginemos que durante más de cuatro años las películas más relevantes en cartelera son un puñado de comedias rosas con finales felices (cualquier parecido con el cine mexicano contemporáneo es pura coincidencia), o musicales repetitivos que curiosamente también acaban de forma feliz, inevitablemente llegaría un momento en el clamaríamos por una historia de verdad, con perso-najes que no parecieran replicas fabricadas en serie. El Cine Negro llegó a dar un giro, fue una bocanada de aire fresco, un golpe realista a los estándares de un cine que estaba por caer en la mediocridad autocomplaciente.
“Ella lo sabía todo, Jackie Boy”.
La década de los 40s y una parte de los 50s fueron testigos del crecimiento del Cine Negro, más de cincuenta películas, algunas buenas, otras no tanto, y muchas tan olvidables como el mismo cine “bonito”, que intentaban desplazar. La producción en serie terminó por hartar a los espectadores, los actores no innovaban, parecían calcar a Humphrey Bogart, la fotografía obscura, que era el sello distintivo del género, comenzó a verse obsoleta frente al crecimiento del cine a color y, finalmente, el fin de la segunda guerra mundial, hizo que los grandes estudios regresaran con fuerza a recuperar una industria que había caído y que comenzaba a verse desplazada por otras industrias como la mexicana (sí, aunque usted no lo crea).
A finales de los 50s y principios de los 60s, Hollywood da el carpetazo al Cine Negro, mientras en Europa surgen y se consolidan la Nueva Ola Francesa, y el Neorrealismo Italiano, nuevos géneros que influirían a toda la industria. Los personajes emblemáticos del Cine Negro se ven rebasados por un cine hiperrealista, influido por el método Stanislavsky, con un joven Marlon Brando, símbolo de los nuevos actores que parecía gritarle en la cara a Bogart: “la gente no habla así”.
“¿Dónde está el dinero, Jackie Boy”.
Así el Cine Negro queda en el olvido. Es hasta varias décadas después que varios directores, obsesionados con las películas que vieron cuando niños, decidieron revivir al género, ya no como el mismo con el que crecieron, sino reprocesado, con los elementos que a su consideración debieron ser incluidos y adaptándolo a públicos más maduros, con historias más sombrías que, si bien contaban con la estructura del género, estaban muy alejadas de la censura que Hollywood había dictado a las películas de los 40s. Así en todos estos años han surgido películas como Chinatown/Polanski (1974), una película negra que sobrepasaba el nivel de violencia y crudeza antes visto en el género; Blade Runner/Scott (1982), ciencia ficción con toda la estructura visual y na-rrativa del cine negro; Blood Simple/Joel & Ethan Coen (1983) primera película de los hermanos Coen (tan de moda en estos tiempos) que sería la primera de muchas más, que vuelve a los Coen los voceros y representantes del Cine Negro contemporáneo. Y para no abundar en ejemplos (dignos de nuestro querido cultoso de cineclub) sólo mencionaré Sin City/Rodríguez (2005) película que vino a transformar el género por completo, adaptación de la obra de Frank Miller, y que se sirve de las nuevas tecnologías (bueno, del uso exagerado de la pantalla verde) para dar el toque obscuro, casi completo, que a nivel fotográfico nunca alcanzaron otras películas.
Actualmente, Hollywood está apostando por los remakes y adaptaciones, ya sea de series que fueron populares o de caricaturas, videojuegos, comics y demás, parece haber una enorme crisis creativa dentro de la industria (o una propensión al dinero fácil que les dan están películas), como sea, el Cine Negro no escapa de esto, así que no es difícil pensar que en los próximos años se realicen una decena de adaptaciones de las películas clásicas del género, utilizando el enorme desarrollo tecnológico ya probado por Robert Rodríguez y sustentadas en un público que cada vez más se acostumbra al cine autocomplaciente y mediocre, a diferencia del público de los 40s que deseaba escapar del mismo.
“Aquí se acaba todo, Jackie Boy”.