Taibo sí, dijo “exprópialos, chingue a su madre” y eso es lo que me convenció de votar por AMLO. En estas elecciones de cobardes, por fin alguien tiene el valor de hablar de un tema importante.
Si escuchas el comentario fuera de contexto, suena como un arranque de locura comunista, igual que si me oyeras decir “el individuo no existe”; pero si al oírlo me ves señalando a una foto de Santa Claus frente a mi hermanita, pensarías “peor aún, es fan del Bronco.”
Todo está en el contexto.
El llamado de Taibo es la respuesta a una pregunta que todos los seguidores de AMLO se han hecho pero nadie tiene el valor de expresar: ¿Qué pasará si AMLO gana la presidencia y los empresarios corruptos lo obligan a cooperar? ¿Qué pasa si Heineken le dice “o me dejas convertir todo el sistema Cutzamala en cerveza que sabe a orines de vegano o me llevo mis fábricas a Costa Rica”?
La respuesta no es expropiarlas, sino reconocer nuestro poder colectivo. Nuestra habilidad individual de hacer historia.
¿Cómo así?
Taibo ha repetido este discurso varias veces, la primera vez fue en una clase de la brigada cultural Para Leer en Libertad. Recomiendo mucho verla completa.
Hablaban sobre el coco de los chairos: el neoliberalismo. Taibo y sus amigos explicaban cómo a principios de los años 80 el individuo venció al colectivo: Pinochet privatizaba la economía chilena, Margaret Thatcher destruía a los sindicatos ingleses y Ronald Reagan le bajaba los impuestos a los ricos.
México aún no era neoliberal, pero José López Portillo le apostó el futuro del país al petróleo y perdió. Fíjate qué curioso, como en Venezuela.
Miguel de la Madrid tuvo que rescatar la economía del país con ayuda de los bancos pero, a cambio, tuvo que convertir a México en un lugar más “atractivo para las inversiones”. Curioso que también se volvió menos atractivo para vivir.
El mundo entero le apostó al individuo como principal elemento generador de riqueza y, en otro capítulo de “¿Pues qué chingados esperaban?”, la pobreza se disparó.
Se generó riqueza, eso que ni qué, el problema es que no llegó a los que la generaban. Toma el ejemplo de México: 30 años dentro de este experimento, tenemos 50 multimillonarios (con 500 millones de dólares o más) y 53 millones de pobres (que sobreviven con menos de un dólar al día). Un millón de pobres por cada millonario.
La consecuencia más grave del neoliberalismo es que nos acostumbró a vivir desamparados frente al tirano.
Antes, cada trabajador tenía cierto poder a través del contrato colectivo. Podía exigir seguridad social, buenos sueldos y evitar que el pinche cliente le mandara cambios urgentes un viernes a la media noche. ¿Quién querría invertir en ese infierno comunista donde los empleados duermen ocho horas diarias?
Treinta años bastaron para demoler los derechos laborales que se habían conquistado durante todo un siglo y ahora, en las torres de esclavos que delimitan Paseo de la Reforma, desvelados jóvenes sin oportunidades de jubilación tienen miedo de preguntarse unos a otros cuánto ganan.
“¿Qué será de nosotros cuando el todopoderoso empresario amenace con desestabilizar la economía de México si no se cumplen sus caprichos?” Nos preguntamos, como si viéramos esta historia desde lejos, como si no la estuviéramos creando con cada decisión que tomamos.
Actúes o no actúes, tu estás haciendo historia.
Ya sea que salgas a las calles a defender tus derechos o te quedes en tu carro a insultar a los pinches chairos que hacen tráfico, estás actuando como parte de un colectivo. El colectivo de godínez alienados en soledad artificial es muy grande y siempre está del lado de su propia opresión, por eso Taibo quiere ver a “tres millones de mexicanos” que deben ser los que le digan a AMLO “Que chinguen a su madre, exprópialos.”
Hasta los simpatizantes de MORENA se quejan, temerosos, de que “no deberíamos estar hablando de esto…” ¡No, por fin estamos hablando de algo importante! ¿A quién le importa si a estos payasos les regalaron un Rolex o si viajan en avión? ¿Cómo le vamos a dar la vuelta a estas tres décadas de individualismo terrorista que han erosionado al país hasta el hueso?
Nuestro presidente maniquí, los servidores públicos que se sirven sólo a sí mismos, las campañas en formato de reality show y nuestra obsesión con el siguiente caudillo que venga a salvarnos. ¿Apoco no son todos estos síntomas de una nación obsesionada con el individuo?
AMLO es el síntoma de un malestar social, la cara de un movimiento colectivo, pero es sólo un individuo. Si votas por él sin cuestionar ni una palabra suya, te mereces a un dictador. Y si crees que él solo, sin tu ayuda, puede cambiar al país, entonces igual podrías estar votando por Santa Claus.