Sobre Pascal…

Publicamos a H. Pascal en esta tercera Hoja de poesía. ¿Que qué con H. Pascal? Es el director del proyecto Nuevos Públicos de la Secretaría de Cultura del DF, director de la heróica editorial Goliardos, con más de 13 años de publicaciones de primera línea en cuanto a ediciones independientes. Más que una editorial independiente, Goliardos es el espacio donde las voces que el sistema no se atrevería a publicar aparecen. La mejor narrativa fantástica mexicana, o no fantástica, está y ha pasado por Goliardos: Alberto Chimal, Alfonso Franco, Carlos Montemayor, Paco Ignacio Taibo II, Juan Villoro, Armando Vega Gil… y varias docenas de jóvenes que por recibir clases de H. Pascal están haciendo cosas ahora. El editor en jefe de Playboy aprendió a escribir en el taller de Pascal; yo mismo, y todos los miembros de Migala nos conocimos allí. A la fecha, Pascal ha organizado más de 1000 eventos, gratuitos en su mayoría, de difusión cultural para jóvenes, ya sea en el Zócalo, en el Circo Volador o en el Museo de la Ciudad de México.

Además de todo, es un poeta irreverente e increíble. Aquí dejamos una muestra de su obra, que se publicó en el número negro de Migala (núm. 9). Amigo, maestro, ángel gandalla. H. Pascal es la persona más congruente y comprometida que he conocido, este pequeño post y homenaje le queda corto.

 


Aviso (2) / Todo parece igual

El tiempo impredecible:

Uno no elige cómo traerte a la memoria.
¿Y qué hacer si lo que sucedió hace menos de media hora
y lo que dos años atrás
viajaba entre sábanas azules
se parece a un motín de recuerdos,
barcos fantasmas zozobrando en la amnesia,
iceberg que se desdobla en el tiempo de lo íntimo vivido,
geiser que brota en la imagen de historias que se olvidan?

Manchas de luz desaparecen
en las líneas de fuego que resurgen
obre la superficie de esos callejones
de tóxicos rumores
que llamamos la web.

Nubes termonucleares en tus labios,
calles alborotadas por el fraude,
videoarte en los párpados cerrados,
poesía sobre la lengua del asfalto.

Todo parece igual,
instantáneamoente tan fragil y vehemente,
calles con su atavío de blanco y sus velas de rabia.

Eclipses, influenzas, elecciones,
todo parece igual cuando en el tiempo
se fuga con rapidez inusitada
la sonrisa de Dios,
y vuelve y desdibuja el calendario
y huye otra vez hacia el recuerdo.

Y la historia retorna,
avanza como la niebla intacta, como el tacto mutable;
el olor a tu pelo, el aroma de sangre bajo tu piel de acero.

Y sin embargo, apareces de nuevo:
eres el geiser, la piedra,
el rocío de salivas y sudores,
el iceberg que la memoria mueve,
desdobla y hunde para que broten nuevamente
como pedazos rotos,
impredecibles del tiempo recobrado.

Fatiga de materiales

Viajar es una cosa muy distinta a lo que habíamos esperado.
El edén que se suvierte por rasguños del narco,
mapas de sangre sobre los encalados.
Sólo es posible ahuyentar el olor a explosivo,
y a atroces degollinas,
ocultando el camino que andamos
dentro de la pequeña cápsula en un cuarto de hotel.

Y después de la lluvia:
el caluroso amor,
los planes de las nubes y la defensa del cielo.
Y más tarde un balde de agua fría,
la crisis detrás de las ventanas.

–Dios es tan corto de la mano izquierda.
–Y tan poco diestro con la diestra.
–Como un robot inverosímil
cuyas piezas padecen
dulcemente
fatiga de materiales…

Como ponis de luz

Y llena de silencio
miras al pozo somero de la noche.
Pasan los astros
demasiado cercanos y borrosos
como ponis de luz
en un circo infinito.
–Estamos diseñados
como la luz de las estrellas –dices.
–Sí, pronto alcanzaremos el punto
en que desapareceremos –te respondo.

Dios inventó el futuro antes de tiempo

Sostener el peso de esa escalera al cielo,
llevas la carga del orden y el caos sobre tus huesos,
los abismos de Dios que todo lo recuerda:
cada rostro, cada abrazo, cada niño muerto;
se escuchan las almas de los ángeles
construyendo catedrales en el cielo
y vuelan nubes y perdigones de piedra caliza,
aves sin escondite, acero flotando en el nirvana.
Abres los ojos y te ríes de todas las líneas puras,
abres las manos de Dios para leerles el pasado:
–Aquí dice que la paloma
ha de sangrar muy pronto –dices
y cierras la palma de Dios y la visión del mundo.
Las ciudades se alejan echando espuma por la boca.
Aún es el camino y andamos por Él camino aún,
hacia el desierto, hielo que quema las manos
y el espejismo le arranca la piel a tu cuerpo.
–Dios inventó el futuro antes de tiempo –dices
sólo por decir algo, por decir cierro los ojos
que estoy muerta de sueño.

Alicia me sonríe

Es cierto:
la transparencia del amor
cae sobre la lluvia.
Hay casas y edificios a lo lejos;
hemos atravesado los balnearios del cielo,
confluencias subterráneas.

Y hemos amado –también–
a las flores que se encuentran
sobre la alfombra roja del ocaso.

Sin embargo, continuamos buscando
la sonrisa de dios por la mañana.

Parece el fin del mundo,
y Alicia me sonríe.

Una sirena sorprendida

Es mediodía y dormimos.
Alicia sacó de su envoltorio la hamaca de los viajes.
Hemos usado empaques y alcayatas
para fijarla a la pared.
Por ahora fingimos
que no es el fin del mundo
sino que Veracruz, Playa del Carmen, Los cabos, las ensenadas nayaritas,
estisten todavía.
Despertamos de nuevo.
–Hagamos el amor en esta playa –propone Alicia.
La hamaca cabalga prodigiosa
en las oscilaciones del orgasmo.
Y de pronto un crujido y caemos al suelo.
Han desaparecido el mar, la brisa de la arena
y el resplandor de un sol que no corta la piel.
Pero Alicia, con las piernas envueltas por la hamaca,
parece nuevamente una sirena sorprendida.

Sobre la piel de su mirada

Los derechos de la luz comienzan
cuando la superficie de las cosas la retienen;
la aurora en este instante se repite
sobre los claros mapas en el cuerpo de Alicia,
un millón de veces sobre la piel de su mirada,
y sólo cierra los ojos y me dice:
–Ya déjame dormir que estoy soñando contigo…
Es el amanecer de los ciegos que gritan,
de los mudos que lloran
en sus nichos secretos,
en sus calles abiertas,
ante una concurrencia interminable de excitadas neuronas.
Y la torre de babel de nuestras mentes
se desbarata en dos mil doscientos treinta
fragmentos de marfiles y metales
cuando el oxígeno del mundo entra en esta habitación
y aquí y afuera hay tanto que decirse
tanto que concluir y comenzar de nuevo…