El siguiente texto acompaña la exposición de Alejandra Aguilar en www.pared.space, visítenla, ¡ya!

Por: Naír Núñez

El trabajo de Alejandra Aguilar se puede describir como simple calma. No que su obra sea simple, o sencilla, pero sí es de una sencillez profunda que obliga a quien la experimenta a encontrarse con el pensamiento propio. No desde la vorágine del análisis ni desde la violenta confrontación con uno mismo, sino en la calma amena de la contemplación.

La vida cotidiana, o la aparente vida cotidiana que ilustra en sus proyectos, hace eco de los collages Nordström. Las figuras nunca están fuera de lugar, por muy aisladas que se encuentren y, aunque se presenten solas o en su propio campo, urden una historia que depende de la inferencia de quien observa. Esa inferencia compromete al lector, individualiza la obra y en una suerte de fractal, también la narración del lector y autor se tejen, aunque sean figuras distantes.

Alejandra ha mencionado en más de una ocasión que la imagen es el medio por el que transforma la autocomunicación que experimenta al leer. Ese proceso de identificación, la mediación entre la imagen y el texto, es origen pero también conclusión de su trabajo. Es origen en cuanto que mezcla indistinguible sus recuerdos con los textos, y es conclusión en cuanto que genera una comunicación clara sin mediar palabra.

En sus obras, la constante superposición de materiales y su exploración con el volumen llama indiscutiblemente a la búsqueda de un lugar. No es extraño que su impulso creativo la lleve a la creación de objetos: entidades con cuerpos que interactúan en más de un sentido. Su trabajo es un compromiso con cuatro dimensiones. La imagen y el volumen generan al objeto, pero su carácter narrativo lo embebe de tiempo, haciéndolo intrínseco al cuerpo y transformando con ello el objeto y el lugar en que los presenta.

El proyecto que expone ahora es una culminación parcial de esa búsqueda. Recupera el hogar como un espacio literal y metafísico para la configuración de quien es. I thought I build a house but I was only threading memory es, tal vez, el ejemplo más claro de la sencillez profunda con la que enfrenta su propia identidad. Pero su literalidad es mucho más profunda y despiadadamente clara… Sus pequeños hogares proyectan físicamente esa identificación y con ello invitan a entrar al locus personal y, ya dentro del espacio, entretejer una narrativa propia.

Yo soy el guardián entre el centeno, grabado de Alejandra Aguilar

Las influencias de Richard McGuire y Mamma Andersson son evidentes; Alejandra no busca esconderlas, las retoma y transforma con el mismo fin. Al igual que estos artistas, Aguilar presenta sus ilustraciones sin piruetas visuales, no hay adornos extras. Sus imágenes son minimalistas, se enfocan en lo exacto necesario, apuntan, cuando es necesario, con perspectivas forzadas a lo que se ve cuando se anda en el recuerdo. Sus líneas son trazos firmes, exponen la superposición, las prioridades de la memoria no responden a las temporalidades y por eso sus objetos también se enciman sin ensuciarse. Sus ilustraciones no quedan faltas de ornamentos, no temen estar desnudas, se visten solas por su honestidad.

En exposiciones previas Alejandra ha trabajado desde la influencia directa y explícita de El guardián entre el centeno de Salinger. Una obra que explora precisamente el crecimiento, pero no desde el proceso de crecer, sino desde la memoria de haber crecido. Es un corte claro, un rito de paso… Igual que la novela del norteamericano, los grabados de Alejandra son un Bildungsroman. Un proceso de crecimiento inter y extradiegético. Pero la imagen impresa no es el proceso sino el recuerdo del proceso; la imprenta de haber crecido. Nace desde la lectura y se reproduce en la identificación, pero desde la primera incisión hasta la última impresión son ya memoria de ese proceso. La narrativa está en la tinta seca.

La simple calma que libera la obra de Alejandra Aguilar es un espacio congelado que permite reconocer la velocidad del que se mueve detenido por los hilos del tiempo. Es la llamada al hogar de la infancia, al recuerdo de lo que somos, al reconocimiento de lo que tememos y al impulso constante de llegar a ser…

Threading memory, en www.pared.space