o ideologías etiquetadas para su venta individual
Los pro-vida son pendejos. También los neonazis. Y los KKK y confederados, y todos los racistas, también los machistas y esos payasos que aspiran a comprarse un Ferrari y decirles gatos y jodidos a los demás. Y si alguno de ellos reclama que estoy violando su libertad de expresión, déjeme decirlo claramente: son unos pendejos.
Imaginemos que las ideologías son como el alimento de la mente. El cuerpo busca nutrientes para ejercer su labor, tal la búsqueda de la mente: indaga por ideas para sustentar el flujo de pensamientos y entender el mundo o saber si dar las gracias o un puñetazo. Antes del excedente de comida que nos tiene nadando en nuestro mar de grasa, la gente se moría de hambre y por eso buscaba alimentos o se los preparaba. Ahora es más fácil, tenemos un antojo, ni siquiera hambre, vamos a la tienda, elegimos alguno de los 20 sabores de papas fritas, lo compramos y lo consumimos. Y sucede lo mismo con las idelologías: hay tantas, y es tan difícil pensar en una propia, y una que además sea necesaria para nuestro tiempo, que las personas mejor eligen una corriente de pensamiento, el nazismo alemán con suástica y todo, por decir uno, del acervo de ideologías de la historia y la adoptan.
Y sí, es lo mismo con el feminismo por moda, igual de pendejo que las indigenistas de clase alta con sus textiles artesanales, igual de pendejo que el culto al yoga, etcétera. Porque en vez de constuir una ideología pertinente, que analizara nuestro tiempo y pensara qué necesita la humanidad para vivir mejor, estos seres humanos, aburridos de la vida, sedientos de información (que no es conocimiento) prefieren elegir de adorno las ideologías chatarra, adoptada a partir de la pregunta “¿qué necesito yo para ser un individio más completo?”. Una idelogía para adornarse, porque los seduce, y aunque le hagan de paso un bien al mundo.
Si el consumo de ideologías no tuviera consecuencias, me podría valer madre a gusto. Pero tenemos un problema: pasamos de la dictadura de los regímenes a la dictadura de los individuos. Cualquier morenazi se te puede poner sabroso, repetir los argumentos antisemitas de Hitler, y en los casos más pueriles, llorar porque no eres tolerante con su identidad. ¿Su identidad? No creo que haya analizado el mercado de su país para ver qué empresas judías andan por ahí, y dudo mucho que sepa un carajo de planeación histórica como para sugerir con seriedad una eugenesia racial. Estos individuos, pequeños dictadores de sí mismos contra todos los demás, exigen que sea válido un universo de contradicciones: Moreno nazi lumpen pro-vida godínez confederado candidato por la izquierda y por la derecha (?). Y quienes padecemos a semejantes engendros, los dejamos ser por la fatiga que implica discutir con ellos. No reflexionan, no piensan por sí mismos, no escuchan ideas. “Las cuestiones cruciales que conciernen a la vida colectiva conocen el mismo destino que los discos más vendidos en los estantes, todas las alturas se doblegan, todo se desliza en una indiferencia relajada” (1). O como decía el Borrego: Soy anarquista, soy neonazista, soy un skinhead y soy ecologista, ¡y, en las tocadas, la neta es el eslam, pero en mi casa sí le meto al tropical!
Ya Lipovetsky había hablado de la personalización del mundo y el apogeo del individio, yo creo que vale la pena reactivar sus textos de vez en cuando:
Se legitima la afirmación de la identidad personal conforme a los valores de una sociedad personalizada en la que lo importante es ser uno mismo, en la que por lo tanto cualquiera tiene derecho a la ciudadanía y al reconocimiento social, en la que ya nada debe imponerse de un modo imperativo y duradero, en que todas las opciones, todos los niveles pueden cohabitar sin contradicción ni postergación. (2)
La idea de que el otro es sagrado me parece una falacia de la cultura actual. Todas las ideas pueden y deben ser criticadas. También todos los individuos; de lo contrario, estamos ante dictaduras militares mentales.
Así pues, amigos, ¿se han preguntado si el racismo es necesario? ¿Si de verdad va a resolver los problemas de la actualidad? ¿Creen que impedir que las mujeres aborten va a mejorar la vida de los demás individuos, de sus vecinos y familia, la propia? ¿Comprar esa avena orgánica y tomarle una foto para mi pinches Instagram me purifica? En medida que regresemos a buscar lo universal sobre lo individual, y construyamos nuestras propias ideologías a partir de nuestra realidad, vamos a tener una vida mejor, y de paso nos ahorraremos el dinero que cuestan esos dijes nazis que venden en los puestos de la calle.
(1) y (2) son citas del prefacio a La era del vacío de Gilles Lipovetsky, publicado por Anagrama en 2008 (sexta edición, color morado, etc etc etc…)