Hay a quienes no les perdonaron la vida: El dios egipcio Set, la talmúdica Lilith, los genésicos Adán y Eva, y su hijo homicida Caín. Claudio, tío y padrastro de Hamlet, Danglars, Ferdinand y Villefort no quedaron impunes. Pero eso es ficción; en la vida real, la impunidad, en México, es el pan nuestro de cada día, un karma averiado. Psicólogos y pedagogos han contribuido a convertir las escuelas en templos de la impunidad.
El tema de la disciplina en el salón de clases es un trago de orines que los profesores se tienen que tomar. Las indicaciones contradictorias se entrecruzan cuando se pide al docente mantener control sobre la clase propiciando una atmósfera en el aula en la que el alumno se sienta libre de moverse. Esto significa no mortificar al alumno con nada, sin importar lo que haga o lo que no haga; el alumno, desde la perspectiva psicopedagogica, no debe ser reprendido.
Se le otorga al alumno y al padre de familia la razón, por sobre todas las cosas. Sin embargo, en la lógica de la educación no debería ser así. Es así porque el padre de familia es el cliente y, cómo se dice, al cliente lo que pida. La palabra “cliente” surge de la terapia de Carl Rogers y significa “el que debe ser asistido”. Entonces, bajo esta óptica, al brindar un servicio de carácter social, como es la educación, todo el sentido se ve trastocado cuando conviertes al alumno en un cliente. Negar que el alumno deba recibir las consecuencias de sus actos porque es frágil psicológicamente es el más vil de los argumentos.
La educación pública y la educación privada no son iguales: el carácter social de la primera prepondera; en la segunda, impera el negocio y ahí se pierde el objetivo social de enseñanza. Es un secreto a voces. Y aunque toda escuela, desde la Universidad Nacional Autónoma de México hasta la más Patito cuentan con reglamentos, su acatamiento, en el caso de las escuelas privadas, se afloja por las excepciones que pedagogos y psicólogos hacen. Esta práctica de ensancharse la manga acarrea más impunidad a la impunidad. No sé dice literalmente, pero la escuela, haciéndole juego a los padres proteccionistas, se niega a llevar a cabo represalias cuando el estudiante quebranta el reglamento, porque no quiere producirle un daño psicológico. Allá las escuelas y los padres de familia. Al negar la lógica de la consecuencia natural están formando a seres anómalos que, como han sido victimizados toda la vida, serán víctimas en el futuro en el mundo laboral.
Quien diga que la escuela posmoderna no forma para el mundo, se equivoca. A Set no le ocurre nada por haber matado y descuartizado a su hermano Osiris; a Lilith no se le envía al desierto por no someterse a su esposo; a Adán y Eva, Yahve los perdona cuando había advertido que no comieran del árbol del conocimiento y estos a su vez, perdonan a su hijo homicida que asesinó brutalmente a su hermano. Claudio es indultado por haber matado a su hermano y Danglars, Ferdinand y Villefort se pasean campantes e impunes para no importunarlos.
Cuando se exige justicia, es decir, que se niege a la impunidad, es común hacer quedar al que exige como un rencoroso. En el ámbito político es ominoso el papel que se le da al que pide justicia, al que no olvida los crímenes del Estado. El rencor hace mal y el perdón alivia las almas en nombre de la impunidad.