Entrevista con Guillermo Fadanelli

Por: Eric Ángeles Juárez

Premio Nacional Colima y finalista del Premio Rómulo Gallegos, entre otros, Guillermo Fadanelli se ha caracterizado por su crítica “mordaz” y directa; por la creación de una gran cantidad de novelas y relatos urbanos, así como la fundación de la revista (y posteriormente editorial) Moho, que, junto con Yolanda Martínez, mantuvo por veinte años en el medio independiente.
Muy contentos y a la expectativa, llegamos a su departamento preguntándonos si le haría justicia a su fama y si las extrañas cosas que Huberto Batis nos había contado unos días antes sobre él, eran verdad. Su pareja, Yolanda, nos recibió. Posteriormente, apareció Fadanelli con una disculpa sobre su apariencia y la tardanza en despertar (tal parece que tuvo una convivencia alcohólica en su casa con uno de los integrantes de Café Tacuba la noche anterior). Bueno, ya que hicimos la aclaración sobre su aspecto en las fotos, esto es un poco de lo que nos contó.

Tanto tú como tu obra tienen mucha fama de transgresora ¿esta transgresión es un retrato de la realidad o es de algún modo crítica?
Yo haría una diferencia entre el escritor y la literatura. Si el escritor es transgresor está a nivel de la sociología, pero si la literatura es transgresora quiere decir que está al nivel del arte. Me parece que todas las artes humanas tendrían como finalidad el poner en entredicho la existencia humana, llevar a cabo una crítica de todo lo que existe, llevar una búsqueda de caminos alternativos para entender el mundo y sobretodo la tendencia a la autodestrucción. Si acaso en mis novelas, mis relatos, en la propia revista Moho hay una tendencia hacia la autodestrucción, hay una frase de Pesoa que dice: “para comprender me destruí” y esa tendencia de conocimiento a partir de todos los ideales, de poner en entredicho todas las utopías, de pasar por la crítica todos los entusiasmos forman parte de cierto espíritu que habita lo que yo escribo. Otra pregunta ¿esto es lo que deseo hacer? No lo sé. Si no sería una especie de vendedor de ideales. Lo que es importante escribir es que la literatura continúa siendo un misterio, uno no domina el lenguaje, de pronto se ve totalmente rebasado y trascendido por lo que desea hacer. El lenguaje es sobre todo oscuridad, la comunicación es fundamentalmente ruido, la literatura, como yo la comprendo, es hacer visible o patente la oscuridad del lenguaje y poner en la mesa el mensaje de “nunca podremos comunicarnos”. El lenguaje que es vehículo de la comunicación se niega a sí mismo en el arte. Kafka, Nietzche, Pessoa, Thomas Bernhard son personas que tratan de hacer real la vida a través de la literatura, a través de un escarnio, una crítica y una autodestrucción.

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¿Crees que el arte para serlo debe ser trasgresor?
Sí, yo creo que la naturaleza del arte es la transgresión, no es la belleza, no es el equilibrio, no sé si la estética, pero sí la naturaleza del arte es el cuestionamiento, la duda, la pregunta.

¿Qué papel juega el sexo en tu literatura?
Es un tema más. No creo que haya un tema predominante, creo que es lo de menos, lo que interesa es el empuje, la vitalidad, la manera como lo abordas, la malicia, como la gracia, la maldad intrínseca. El sexo es fundamental porque el sexo es la vida, no la procreación, el encuentro con el otro, con tu pareja, con el extraño, el encuentro lúdico y sexual es vital. En algún momento, por ejemplo, cuando leemos los relatos de “El día que la vea la voy a matar”, allí, quizás sí había una intención de molestar, de llevar las cosas al extremo, es un libro de relatos hiperrealistas, molestos, donde hay sexo desmesurado, violaciones, manías, obsesiones y demás. Por supuesto poner en la mesa la intimidad era una de las intenciones, que yo como escritor joven, en el 89, quería abordar, era necesario. Lo que quería era ofender a esa sociedad que te molesta, era totalmente reaccionario.

Vemos que los personajes femeninos tienen cierta importancia en tus relatos ¿qué piensas al respecto?
El mundo femenino es seductor y representa de algún modo el misterio que no puede ser develado. Si para mí lo femenil es trascendente es justamente por su opacidad, por representar lo diferente, lo otro, lo que nunca puedes poseer. A una mujer nunca la puedes poseer; puedes fornicar con ella, puedes encerrarla en un cuarto, puedes acosarla, pero nunca la tienes y este es uno de los grandes fracasos del arte, que nunca está a la altura del objeto del deseo, una mujer es el objeto de deseo por antonomasia. Es lo extraño, lo vital, lo que te impulsa, lo que te seduce, pero también lo que te mata. La idea de la conquista me parece terrible; que un hombre quiera conquistar a una mujer es ridículo. Representar al idiota, poner en marcha la mecánica del fracaso: sabemos todos que es ella quien elige.


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Escribes, de muchos temas, como nos has comentado, pero muchos de tus libros abordan drogas, prostitución, violencia ¿estos temas te preocupan personalmente?
No. He escrito ensayos acerca de la moral, del lenguaje, el arte… No son mi tema fundamental. Sobre las drogas creo, por ejemplo, como Paracelso, que lo que hace la droga o el veneno es la dosis. Yo creo que comprender a las drogas como un universal dañino es un inconveniente. El vicio es humano, las pasiones, lo incontrolable, la obsesión, están ahí para mostrarnos que no podemos caminar libremente: la gula, la utopía, la televisión, el fútbol, el poder, bueno, son vicios o maneras con que los hombres enfrentamos al mundo. En cuestión de las drogas primero deberíamos definir que es una droga, dar por sentado que todos somos diferentes, que una sustancia nunca va a tener las mismas consecuencias en una persona que en otra y sobretodo tener que levantar la voz para que se respeten las libertades individuales. Un hombre tiene derecho a la autodestrucción, al suicidio, a lanzarse de bruces en el excusado sin dañar a los demás. Mientras no dañes a los demás tienes todo el derecho de ejercer la libertar individual. Yo no tengo una postura ante las drogas, prefiero consumir a tener postura.

Últimamente, muchos escriben sobre violencia, ¿crees que se deba a la situación actual en la que vivimos o que se está volviendo algo atractivo, algo lúdico?
Es una violencia artificial, es decir, la literatura, por ejemplo, cuando lees la Metamorfosis de Kafka, Trastorno de Thomas Bernhard, La Náusea de Sartre, es una violencia real, una violencia que intenta corromper el espíritu. La violencia real, la periodística, la que vemos, a mí me parece poco interesante. Los hombres son estúpidos y se dedican a matarse unos a otros, da igual. No pueden organizarse, son incapaces de construir un lugar habitable. Creo que la violencia periodística es una degradación de la violencia literaria: la obviedad, el morbo, la animalidad al pie de la letra. Ejercer el lenguaje, la literatura, nos hace humanos, matar a otro no te hace humano, agredir u ofender a otro lo puede hacer un animal o una bestia. En mis relatos, no hay una violencia realista, siempre forma parte de algo me parece más sofisticado. Yo odio la violencia, literariamente la practico pero no hay deseo de herir.

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Cuéntanos sobre Moho, tanto el proyecto editorial como la revista.
Yolanda es la que ahorita se está haciendo cargo de la editorial. Editamos cuatro o cinco libros al año porque sólo somos nosotros dos, por eso dejamos de editar la revista hace unos años. Después de veinte años decidimos dejar de hacerla, porque yo soy un editor emergente, soy incapaz de manejar una empresa y mucho menos una editorial. Me peleo con los empleados, transgredo las jerarquías, realmente no sirvo para eso. La editorial continua con autores muy precisos, con una distribución muy dirigida y precaria, pero tiene sentido porque hemos publicado a grandes escritores, que sólo quieren publicar con Moho, no sé si por coherencia crítica, porque son ludópatas o perdedores.

¿Cómo se mantuvo esta revista durante tanto tiempo?
Gracias a Yolanda, que sí tiene un trato fino, que es más paciente, que puede dialogar, ella logró de algún modo un sustento económico para la revista.  Fue gracias a ella y al hecho de que en ese entonces yo tenía entusiasmo; estuve muy ligado al underground. Creo que soy de los pocos escritores que tienen muchos amigos artistas, no tengo amigos escritores, de hecho odio a los escritores, son pusilánimes, vanidosos, fuera de época, además se lamentan de que han perdido el escenario.