Desde XIX, cuando la revolución industrial convirtió la réplica de la belleza en un proceso automatizado, la moda dejó de existir sólo en la ropa. Eso dice Margarita Riviere.
Hasta las ideas que influyen en una sociedad son, por así decirlo, oriundas de la moda, aquello que esta en vigor.
Existe desde que la ropa se convirtió en algo más que un utensilio, pero la reconocemos desde las cortes medievales del mundo alrededor del siglo XIV. A lo largo de todos estos años se ha mimetizado a la exigencia cultural autónoma de cada lugar donde sucede, cada vez para más gente. Despierta el siglo XXI y todas las modas son posibles. La reina de la frivolidad y la seducción, hecha a imagen del estado estético y emocional de la humanidad, evolucionó gradualmente en un sistema de nombre tan inasible como lo que representa.

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Este ser, hermana de la muerte –dice Leopardi–, está en todas partes, cubierta por una mortaja tejida por el hombre y su necesidad de individualidad. Se ríe de la fortuita sociedad. Se mueve a través de la actividad humana: del sector inmobiliario a los objetos decorativos, del lenguaje a las formas, los gustos y las ideas. Ahí donde  el hombre vaya, la moda lo acecha.

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Esta seductora o seductor, probablemente hermafrodita, besa en los labios sin que se den cuenta, como dice Bolaño de la literatura. De esta forma nos hemos vuelto esclavos del edén ilusorio que la moda nos inventa.

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La moda es la sublevada demanda, la sorpresiva tecnología, el estrépito mercado, la cotizada economía, la globalización que necesita otro planeta urgentemente, la tan fértil sociedad y la bellísima cultura, la forma de vivir, el individuo y su tan necesaria autonomía.

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Es la Historia enmarcada por la historia de la humanidad. Es la autobiografía de un hombre loco.
Desde que los hombres del Imperio Persa empezaron a lucir como su emperador, nos dimos cuenta de que la moldeamos y somos moldeados por ella.
Luis XIV usó el poder investido en él por la sagrada corona de Francia para determinar qué debía usar sus súbditos y convertimos a la moda en un mecanismo de control.
Pierre Cardin creó a través de las líneas trazadas por un mundo conectado por la guerra y dio los primeros pazos hacia una moda globalizada. Décadas más tarde, una cortina de hierro dividía al mundo, pero en ambos hemisferios se usaba su marca.
A la moda no le importan las líneas imaginarias que la humanidad, su creadora, se ha impuesto a sí misma.
La moda habita en su reinado. Cada segundo espera la muerte para resurgir nuevamente.

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