Hubo una elección en México donde murieron todos los candidatos.

En 1927, el Congreso modificó la Constitución por órdenes de Calles y Obregón. La reelección era posible, el lema maderista se sepultó de un plumazo, no más "sufragio efectivo, no reelección".

Un avejentado General Obregón se presentó como candidato para un segundo mandato, sus antiguos subordinados y compañeros de armas también presentaron sus candidaturas: Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, los mismos con los que combatió a Villa, los mismos con quienes firmara el Plan de Agua Prieta que, en resumen, era la condena a muerte de Carranza.

Sus candidaturas molestaban a Obregón, que veía como derecho propio poder reelegirse. Él le dejó un brazo al país, ellos eran unos chamacos.

Serrano fue detenido mientras festejaba su santo, pensaba que la cosa no podía ser grave, sólo uno de los tantos arrebatos de su compadre Obregón, pero cuando lo trasladaban junto con sus hombres a la Ciudad de México, fueron detenidos. Al ver que el General Claudio Fox encabezaba la detención junto con 300 hombres, Serrano tomó su revolver y lo entregó al mismo tiempo que pronunciaba: "guárdemelo que ya no lo voy a necesitar".

Al día siguiente el cadáver de Serrano junto con sus hombres llegó al Castillo de Chapultepec. Obregón levantó la lona que escurría sangre y agregó "mire nomás, compadre, cómo lo dejaron”.

El General Arnulfo R. Gómez huyó a Veracruz al enterarse de la muerte de su compadre por orden de su compadre, Veracruz donde muchos huyen a morir. Con la salud deteriorada, fue aprehendido y, tras un juicio breve, a las pocas horas, plomo en el cuerpo.

Meses después, contra los candidatos muertos que figuraron en la boleta, Obregón ganó con el 100% de los votos, su triunfo duraría 15 días, cuando en la Bombilla León Toral le disparó en el rostro.

Todos los candidatos muertos.