por Eden S. Riojas

En Piedras Negras Coahuila, a finales del mes de febrero, cuando el aire frío del invierno empieza a amainar, y es posible estar en el campo de fútbol bajo las luces nocturnas sin tiritar incontrolablemente, se reanudan las actividades de los equipos de flag football (tocho bandera). Entonces, el paseante casual puede ver a los hombre y mujeres que usan el tiempo de ocio después del horario laboral o escolar, para practicar en un deporte que, en esa región, llega al estatus de actividad religiosa.


El 8 de marzo se realiza un torneo rápido de equipos femeniles, entonces las calles aledañas al Parque del Cabo se llenan de camionetas pickup, en las banquetas se acomodan los familiares de las jugadoras en sillas plegables, muchos de los cuales se envuelven en cobijas porque el aire frío arrecia conforme avanzan las horas de la noche, y la gloria de un equipo ganador se empieza a cristalizar. Los pasos sobre el pasto sintético asemejan al galope de la carga a la batalla, un grito de queja parte la noche, vuela un pañuelo amarillo, una joven mujer de jersey magenta, con el cabello arreglado en una cola de caballo, y sujeto con una valerina rosa pasea nerviosa con los brazos en jarras mientras de su cuerpo emana vapor. No hay duda que todos los equipos de esa liga participan con la única aspiración de un momento de gloria deportiva, aunque al otro día haya que levantarse temprano a trabajar, y eso encarna el más puro de los valores de la competencia.


Desde 1981 a la fecha, las representaciones mexicanas de este deporte han ganado ocho medallas de oro en las competencias internacionales. Este año, del 7 al 17 de julio, se reunieron en Bribinham, Alabama, en Estados Unidos, los deportes que no forman parte del programa Olímpico en los Juegos Mundiales. Esta fue la primera vez que el tocho bandera se integró a la celebración como uno de los esfuerzos de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL), y la International Federation of American Football (IFAF) para que este deporte fuera parte de los Juegos Olímpicos de los Ángeles 2028.

En 2021, en el mundial de flag football celebrado en Israel, la escuadra femenil mexicana se quedó con la plata tras perder la final frente al equipo norteamericano. Cualquier persona que se identifique como mexicano sabe que esta debió haber sido una derrota sumamente amarga, pero así es la narrativa épica, llena de altos, bajos, giros inesperados, y revanchas.


El pasado 15 de julio de 2022 la selección mexicana femenil de flag football dominó durante los 60 minutos de la final a un equipo norteamericano que en diferentes momentos se vio sobrecogido por la destreza de las nacionales. Desde los primero minutos del partido las mexicanas demostraron su alto nivel cuando Xiomara Ríos hizo un pick six, la intercepción de un pase que convirtió en anotación. “Las mujeres del equipo mexicano juegan juntas en la Ciudad de México, mientras que el equipo norteamericano sólo se reúne como equipo en los días previos a la competencia”, se escucha decir al comentarista de ESPN cuando el marcador mostraba 14-0. El resultado final fue un marcador de 36-6, el equipo de las mexicanas había ganado el oro.


La noche del 15 de julio, en el Legion Field, en Bribinham, Alabama se escuchó a través de los altavoces el nombre de cada una de las jugadoras mexicanas. Al menos una de ellas, después de haber inclinado la cabeza levemente para recibir la presea, sostuvo la medalla en sus manos, la contempló entre sus dedos de uñas bermellón, y lloró de emoción; eso pasa cuando alcanzas la gloria.