“Si no estás pagando, tú eres el producto”. ¿Siono, raza? ¿Pero por qué? ¿Quién dice? ¿Viene en la Biblia?

 

Es un excelente mantra. Se oye casi como sentido común, ¿pero será una regla universal? Porque si la mitad de sus implicaciones son ciertas, ya no quiero vivir en este planeta.

 

Ok, me quedo por los memes.

 

La primera es que debes pagar por todo, de un modo u otro. “Nada en esta vida es gratis”, como decía mi amarga abuela, una erudita del cinismo, la sabiduría del ignorante. Pero veámoslo desde el otro lado: si nada es gratis, entonces el único propósito de cualquier producto o servicio sería cambiarlo por dinero, o por algo que después puedas vender por dinero.

 

¿Te imaginas el mundo terrible en el que viviríamos si el único motivo para levantarse de la cama por la mañana fuera el interés? Podrías pagarle a Wikipedia por publicar que tus papas fritas son las más ricas y nuestra triste generación andaría por ahí repitiendo mantras derrotistas como “ya sabes, la información cuesta, o es falsa.”

 

A veces sólo es tonta.

 

Si no tienes para el hospital, podrían cobrarte con una cornea. En la UNAM habría clases diarias de una hora sobre la aerodinámica de las alas que te da Red Bull y la RAE podría ser persuadida para cambiar el significado de “lujo” por algo más amable con las corporaciones. Los periódicos mexicanos probablemente permanecerían iguales.

 

Por suerte hay otras razones para hacer las cosas. Por suerte, aún hay gente que ofrece su vida para el bien de los demás, porque sabe que sólo así crece la humanidad. Sólo así se construye una sociedad más tolerable.

 

Wikipedia no tiene que poner a la venta tu historial de búsqueda, mejor te ofrece una vez al año la oportunidad de colaborar en el esfuerzo de llevar el conocimiento gratuito al mundo entero.

 

Te has gastado más en una chela.

 

Tumblr vende themes premium o posts destacados. No es un plan de negocios multibillonario, pero les alcanza para pagar a sus empleados y cumplir su misión: “Un lugar para expresarte, descubrirte y conectar sobre las cosas que amas… donde tus intereses te conectan con tu gente.” Cumplir con una misión como esa todos los días vale más que todas las playeras grises de Mark Zuckerberg.

 

Snapchat tiene un modelo de negocios similar, donde las marcas pueden pagar por hacer un filtro con su logo o destacar historias. No venden a su audiencia como si fueran ratas de laboratorio, le venden a las marcas la oportunidad de hacer contenido tan chido que te den ganas de compartirlo.

 

Piden tan poco y nos entregan tanto.

 

En teoría, la misión de Facebook es “acercar al mundo”, o como dijo Mark una y otra vez en su audiencia frente al Senado, “Conectar a la gente alrededor del mundo.”

 

Pero cuando la compañía se volvió pública, los inversionistas no llegaron a comprar acciones con la intención de “conectar a la gente alrededor del mundo”. Los inversionistas compran acciones porque esperan beneficios, sólo lo hacen por dinero.

 

Por eso, cuando Snapchat no se dejó comprar, nacieron las Instagram Stories. El resultado es obvio: los filtros de Instagram son una mala copia de lo que trataban de reemplazar, fríos y más artificiales que las expresiones faciales de Mark Zuckerberg.

 

Como si necesitara un filtro para verse como un nerd.

 

Entonces podríamos arreglar el triste mantra de esta generación: “Si no estás pagando por Facebook, entonces tú eres el producto”, porque todo el mundo tiene misiones distintas y la de Facebook es hacer más dinero. Pero esta frase aún tiene un significado sombrío: que la gente puede ser tratada como un producto, ni siquiera uno muy caro.

 

Lo que Facebook le vende a las marcas es tu atención, la atención colectiva de millones, con la garantía de que si ves un anuncio, es algo que te importa a ti específicamente. Para ello necesita dos cosas: conocerte mejor que tú mismo y mantenerte pegado a una pantalla el mayor tiempo posible. Ambas tareas se retroalimentan. Entre más te conoce Facebook, mejor sabe qué contenidos poner en tu feed para que sigas scrolleando; y entre más irreemplazables horas de tu vida pasas viendo videos que olvidarás en una hora, Facebook aprende más sobre tus reacciones instintivas, tus gatillos biológicos, tus loops de dopamina y tus mecanismos de recompensa.

Tú crees que estás en control, pero tú mismo entrenaste al algoritmo a escoger de la infinita librería de contenido que se produce diario, aquél al que sabe que no te podrás resistir. Él sabe que ayer compraste en Amazon un asiento para escusado, así que te va a recomendar otros más bonitos, como si los estuvieras coleccionando.

 

¡Mark, espérate, estoy con mis papás!

 

Ok, su publicidad se pone un poco tonta cuando la maneja la inteligencia artificial. El problema no es que un vendedor de humo con pelo rosa quiera “imponer a un dictador”. Cambride Analytica no le dio la presidencia a Donald Trump, eso lo hicieron Barack Obama y el sistema de Educación Pública de los Estados Unidos.

 

Cambridge Analytica en mi rancho significa “apantallapendejos”

 

El problema, me temo, es tu salud mental. ¿Cuánto tiempo te queda para vivir tu vida si te quedas atrapado en el mecanismo perfecto del entretenimiento instantáneo?

 

El otro día una tipa me dijo que el tabaco iba a matarme y me pregunté: “¿Qué sumará más tiempo, los años de vida que me quite el cigarro, o las horas diarias que esta mujer pasa en Facebook?”

 

Al final sí dejé el cigarro, porque también tengo cuenta de Facebook y la miseria de otros no hace menos grave la mía. No he cerrado mi perfil pero lo trato como la adicción que es: lo evito y me odio a mí mismo cuando recaigo.

 

Y está de la verga. Mi único crimen fue querer socializar. Cuando me descubro en Instagram viendo instantes de gente que vive vidas más plenas que yo porque no pasa horas viendo Instagram Stories, me siento culpable, pero mi único pecado fue ir a verle la cara a mis amigos, con la esperanza de enterarme de qué hacen con sus vidas.

 

Mi solución para ya no abrir Instagram en público es ser un pervertido.

 

Se oye como si me hubieran puesto una pistola en la cabeza, ¿apoco no? Tan fácil que es apagar la computadora… pero entonces me siento solo, como nunca me había sentido desde que descubrí el Internet. Es tan grande el dolor y tan rápido el alivio.

La libertad no es fácil, es un solitario esfuerzo constante, pero es la única forma en la que vale la pena vivir.

A ver, corrijamos nuestro mantra: En realidad debería decir: “Si no estás pagando por Facebook, entonces tú eres el producto, si te dejas

El problema es que mucha gente sí se deja y, si la libertad no es para todos, entonces no es de nadie. Cambridge Analytica no me preocupa, lo que me da miedo es que mi voto y el de esta gente a merced del algoritmo valen lo mismo:

 

Conocida del Face, seguro en persona eres un ser humano encantador. Perdón por ponerte de ejemplo, pero tu rant me hizo perder la fe en el proyecto humano.

 

Si te interesa leer más sobre este tema, pícale aquí, donde explico que el problema no es Facebook, es la democracia… o esta cosa rara a la que llamamos “democracia.”

 

Antes de acabar, otra cosa, muy rápido:

Mira, probablemente te encontraste este artículo en Facebook y estés pensando “pinches hipócritas”. ¿Qué te digo? Nadie pidió nacer en un sistema roto. No hay vergüenza en ser parte del problema, lo triste es darse cuenta y no hacer nada al respecto.

Mira, tú nos lees y nosotros te amamos. No queremos tratarte como a una rata de laboratorio, por eso estamos tratando de construir una comunidad. Lo único que queremos de ti es tu correo electrónico. No vamos a spammearte, ya sabes que somos una revista católica y publicamos cada que Dios quiere. Te prometo que si te escribimos un correo, es porque tenemos algo muy chido para ti.

Algunos sitios publican porque tienen que decir algo, nosotros sólo posteamos cuando tenemos algo que decir. Si te interesa seguirnos leyendo, escríbenos un correo a pepemigala@gmail.com

Y pues nada, nos vemos en el siguiente post.

Te quiero.

Bai.