Antropometría, Ives Klein

Antropometría, Ives Klein

La coincidencia es encontrarse con algo en un lugar determinado sin planes previos. Era 24 de julio del 2017. La universidad en donde estudio nos había pagado, a la compañía de teatro, un viaje a Chiapas para asistir al CompArte (un festival que organiza el EZLN con el fin, según mi perspectiva, de observar y acercarse a prácticas artísticas que ellos aprenden y después reproducen en sus comunidades).

Nosotros íbamos a presentar una obra documental en un salón donde cabían como quinientas personas. Sólo íbamos a eso. Sin embargo, una de las integrantes de la compañía nos insistió en que fuéramos a un performance que se presentaría más tarde en el mismo salón,  pues el autor de dicho evento era amigo suyo, los dos de Istmo de Tehuantepec.

Faltaba media hora para que los organizadores nos pidieran entrar al lugar, pero ya se había formado una fila gigante de personas que se mantenían a la expectativa de poder ingresar a ver el performance llamado No soy persona, soy mariposa de Lukas Avendaño. A ojo de buen cubero, yo calculaba que había unas ochocientas gentes haciendo línea sobre la tierra y bajo el cielo gris que amenazaba con chispear. En ese momento mi interés por lo que iba a ver se había intensificado pues para llegar al CIDECI-UniTierra tenías que viajar como veinte o treinta minutos desde San Cristóbal y esa era la única forma. Entonces como al cuarto para la cinco nos empezaron a meter.

+Acerca de la obra de Lukas Avendaño

El lugar era oscuro y tenía sillas puestas alrededor de una persona que estaba en cuclillas con unos tacones del veinte. Vestía las piernas con piel cabra. En la cara portaba una máscara de madera de algo y su rostro estaba maquillado con sombras y bilé llamativos. El cabello estaba trenzado y se comprimía en un chongo que a su vez tenía muchas plumas. Su pene estaba rodeado con un cincho de metal del cual le colgaban cadenas pequeñas y más plumas. Su desnudez estaba blanca como si se hubiera puesto talco o harina. Así, con las nalgas níveas y desvistas comenzó a hablar por los nadies.

[…]

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano, 1940

Caminaba al ritmo de Macorina de Chavela Vargas. Exponía a la sociedad mexicana a través de sus propios conceptos machistas, clasistas, sexistas y racistas. Al final abatía en el suelo y sobre él caía algún tipo de brillantina que lo envolvía en la desaparición. Después de unos diez minutos de aplausos, sin pausas, salía Lukas con una bata que imitaba a las geishas japonesas. Ese fue el primer performance que vi en vivo. Nuestra primera coincidencia.

El performance es un evento que vincula al espectador con el acontecimiento a partir de la vista. La visualización estimula la reflexión, la interpretación y el pensamiento del portador de corneas. El acto invita a cavilar. Su repunte como medio artístico se remite a las tendencias y movimientos del siglo XX incluidos el futurismo, las vanguardias rusas, dadaísmo, surrealismo y la Bauhaus. Yo había sido invitada a una invitación.

Yves Klein, vestido con frac blanco, en marzo de 1960 en París, invitó a un grupo de personas para que funcionaran de público mientras él creaba; era la inauguración de la exposición Antropometrías de la Época Azul. Será el performance más notorio que haría. Dirigía a sus pinceles humanos para que plasmaran sobre el blanco lienzo su cuerpo, complexiones delgadas y sanas. Mientras, se escuchaba a veinte solistas que tocaban la sinfonía monótona-silencio, que consistía en veinte minutos de una misma nota sostenida y otros veinte de silencio.

La premisa que el artista sostenía era que no se puede hacer nada como lo hace la naturaleza, por eso contrataba modelos mujeres y las embadurnaba de pintura azul. Trataba de reproducir lo que la naturaleza había hecho, una mujer. Representaba el cuerpo humano con un cuerpo humano de herramienta. Las antropometrías significaban para él lo real y la vida portátil.

Azul puro Ives Klein, pigmento

Azul puro Ives Klein, pigmento

Y el color azul o IKB (International Klein Blue) no había sido utilizado sólo por gusto, pues su descubrimiento había sido en 1958 y tres años después se encontraba en la fase de la explotación del color. Pues la incidencia había iniciado en 1947 cuando tres jóvenes se encontraban en la playa y jugaron a repartirse en mundo. Uno eligió el Reino animal; otro, el de las plantas y por último, Klein había elegido el Reino de los minerales, la siguiente frase que salió de sus comisuras fue: “El cielo azul será mi primera obra”. Once años más tarde se encontraba en el mismo lugar donde había hecho la rotura tripartita, Niza, experimentando con aglutinante polimérico tratando de que el azul preservara su luminiscencia y que el polvo del azul ultramarino quedara en crudo, dando la apariencia de terciopelo. Casi como preparar mole oaxaqueño. Inventó el azul Klein.

Las Antropometrías, de 1960, es parte de una serie de cuatro obras que siguen el patrón del pincel vivo. En ellas, el artista busca representar la huella del sujeto a pesar de su abstracción y del paso del tiempo. El artista no está representado en la obra convirtiéndose en no el artista y su obra sino en la obra y el espectador.

+Antropografías y pirografías de Ives Klein en Ubuweb
+Ives Klein, Selected writtings

Mi segunda coincidencia con el performance fue en el Cenart de la Ciudad de México. Lukas presentaba de nuevo el mismo evento que había visto con anterioridad. El lugar era distinto pero tenía la misma esencia de la oscuridad y él sobresaliendo de ese negro. Esta vez vestía casi igual, sólo el pene lo tenía ahora amarrado con muchas tiras de tela roja que figuraba a un falo muy grande. Comienza. Parecía que el tiempo no había pasado, eran cuatro meses de distancia, pero yo me mantenía casi sin interés por la reiteración.

La revelación pasó al final del acto. Lukas de la misma forma en que lo había hecho en aquel salón se dirigió a los asistentes para atender sus preguntas y contestarlas. Los espectadores eran gente ávida de arte, eso evocaban, entonces comenzaron a hablar con tecnicismos, extranjerismos y tonos altivos. El performance esta vez me había invitado a reflexionar no sobre la pieza tampoco sobre el artista que lo realizaba, era casi como si Klein se hubiera convertido muxe y hubiera danzado para incitar a la reflexión de la reflexión desnudando así a un espectador incapaz de distinguir y segregar al performer de lo realmente importante que era lo dicho, la palabra, en el caso de Klein la obra.

Sinfonía monótona, Ives Klein

Sinfonía monótona, Ives Klein

+Sinfonía Monótona

+Ives Klein, otras grabaciones

Créditos de imagen de portada: Ives Klein, de Melissa Paredes