De acuerdo con las estadísticas de Artnet Analitics, en un periodo de 10 años, de 2004 a 2014 las ventas de Kusama se elevaron 262% y actualmente se encuentra en el top tres de mujeres artistas vivas con mayores ventas en subastas (junto con Louise Bourgeois, la de la araña de Bellas Artes, y la pintora Joan Mitchell).

Glenn Scott Wright, codirector de la galería Miro en Londres afirma que es la única artista viva que vende en todos los continentes.

El despunte más alto de su obra inició en 2012, coincidente con su retrospectiva en el Whitney Museum de Nueva York y su colaboración con Louis Vuitton y Marc Jacobs, ésta última dio inició a la viralización de lo que oficialmente se conoce como el “look Kusama” que se extendió en todos los aparadores de NY y Tokio, portadas de revistas y redes sociales: Louis Voitton incluso sacó una app, Kusama augmented reality app.

video de la app de Kusama por Vuitton

La incursión de Kusama en la moda no es incidental: la autopromoción y la imagen pública siempre han sido una estrategia para la instrumentación de su trabajo.

Creo que la publicidad es vital para mi trabajo, ya que ofrece la mejor manera de comunicarse con un gran número de personas […] El arte debe ser colocado al lado de los supermercados para atraer a la gente que está fuera del arte llamado “mayor”

Kusama es una gran publicista. El control que ejerce sobre sus productos siempre ha sido muy delicado, los shootings de las piezas se manejan como auténticas sesiones fotográficas y en las salas de exhibición lo que es y no es fotografiable y cuenta con instrucciones específicas, de modo que lo que se filtra en la red es administrado por ella y tiene muy consciente el resultado final.

La retrospectiva que se presentó en México y actualmente está de gira, se formuló por parte del MALBA de Buenos Aires y el Tate Modern de Londres, por el “curador de moda” Philip Larrat Smith y Frances Morris. Inició una gira: NY, Londres, Paris, España, Hong Kong y ahora una gira por Sudamérica.

Todos los destinos tienen un punto en común: ventas masivas en taquillas y filas interminables: 186 mil 551 visitantes en el Tate Modern; 754 mil 565 en MALBA, y en el Tamayo se estiman unos 350 mil.

La mayoría de las veces los museos no están preparados para la estampida. En nuestro rancho, con seis meses de anticipación la red empezó a saturarse de manuales de usuario, Kusama para dummies. Ni hablar del maratón con el que clausuraron la expo.

No sé cuales hayan sido las condiciones en otros lugares, pero el Tamayo no contaba con las instalaciones adecuadas para el aluvión. El personal del museo y la seguridad aumentaron —de improviso— y el tiempo de las vistas se redujo a 30 min para lograr mayor cupo a lo largo del día. Fueron pocas las ocasiones que no se agotaron las entradas en el museo, recibiendo un aproximado de mil 800 y hasta 2 mil 200 visitas diarias.

Por obviedad la única manera en la que los museos estén más llenos de gente que un partido de futbol, es sí existe la promesa de un espectáculo que lo supere (¿cómo se logra eso en este país?)

 La red se saturó de imágenes con boletos para la exposición y horarios de entrada. A menudo vemos las obligatorias filas del Museo de Antropología para las “imperdibles” de Samurais, Mayas, Egipcios y demás genéricos y en el periodo 2011-2012, sucedió algo similar en el Antiguo Colegio de San Ildefonso cuando presentó las esculturas hiperrealistas de Ron Mueck, que asistieron más de 400 mil personas. Ha habido otras exhibiciones famosas, como la de La Chapelle o Marilyn Manson, pero no compiten en números.

El fenómeno no es extraño al circuito del arte contemporáneo, que al igual que otras mercancías se reproduce en masa, es repetitivo y comercial: Murakami, Cattelan, Koons, Hirst, por mencionar algunas de las estrellitas han provocado fenómenos similares en la producción de mercancías y viralización en las redes sociales.

Perniola bautiza este fenómeno con el término “especularismo”, una humanidad que refleja como un espejo, que reproduce miméticamente todo lo que se le propone.

En el caso de Kusama, la representan las galerías y coleccionistas más poderosos del mundo: Gagosian, Lito y Kim Camacho y Marc Jacobs, por cierto. Por eso resulta significativo su despunte “artístico” y de ventas a raíz de su colaboración con Vuitton.

El mercado del arte es fantástico para la especulación porque no existen restricciones como en otros sectores. Los coleccionistas lo compran como inversión y lo guardan en almacenes; en las subastas y periódicos se escribe sobre los nuevos precios récord y los privilegios especiales que nuestra sociedad otorga al arte y los artistas son explotados por los hombre más ricos del mundo para hacer aún más dinero.

 Al unísono la inflación de los precios cambia el concepto de precio y significado, lo cual automáticamente otorga el apelativo fashion en la mercancía y en esta aceptación supina radica el éxito de Kusama y la empatía con el gusto generalizado de la sociedad.

 La espectacularización es un fenómeno típico de nuestro momento histórico: en la cotidianeidad nos encontramos rodeados de elementos simbólicos decaídos, degradados o malinterpretados, el imaginario Kusama en principio se relaciona con valores simbólicos y metafóricos de gran poder, los lunares como metáfora del universo terminan por remitir a una función analógica —como la mayoría de los inventados por diseñadores y publicistas.

 Así muchas de las ideas que inicialmente eran creativas acaban por ser degradadas y manipuladas como pretextos publicitarios. No desprovisto de cierto encanto folclórico que acaba convirtiéndose en peligrosas expresiones de ficticia creatividad.

En La ciudad en la era de la reproducción turística, Groys se ocupa del tema de “lo nuevo” en las sociedades contemporáneas: lo nuevo se opone de igual manera al pasado y al futuro. La memoria hoy es una memoria global, así que lo que ahora tenemos es una ciudad turística global.

La sobresaturación de imágenes y visualización desenfrenada incita la devaluación del recuerdo y la memoria colectiva. La percepción se escinde y no existe cohesión entre lo que se ve y se aprehende, así las corriente de imágenes se diluye en un presente continuo.

No dejo de pensar una frase poderosa que se acomoda a distinta situaciones: La confusión ha hecho su obra maestra, o bien, más ad hoc, Johnny, la gente está muy loca.