Yo sé que es un issue delicado y es medio awkward hacer este statement en tiempos tan heavy, pero OMG, al final de este rant te tengo un lifehack muy awesome.
Pero primero, ¿por qué chingados quieres ser yankee?
Yo sé que todos vivimos en el espectro y que nadie es completamente como tú, por eso te hablo a ti, Mexigringo aspiracional hipotético que no existe.
¿Por qué escribes OMG en tu primer párrafo? ¿Por qué haces como que le entiendes al Súper Bowl? ¿Por qué crees que los memes en español no dan risa y los tecnicismos en inglés se oyen mejor? ¿Por qué empiezas tus días en Starbucks y tus comidas con Coca-Cola? ¿Por qué defendías con fervor religioso tu eterna devoción por Apple antes de que hicieran un teléfono al que no le entran pinches audífonos? ¿Por qué escuchas esa estación de radio que no pone ni una sola rola en español, tu lengua materna? ¡¿Por qué celebras Thanks???? Fucking???? Giving?!
No te estoy atacando, te pregunto porque quiero entender. Porque yo también quiero ser gringo y no sé por qué. ¿Es mi culpa? ¿Hago esto porque de chiquito no me cargaban? ¿Está mal? ¿Entonces qué, estaría mejor querer ser mexicano?
Yo culpo a nuestros padres, Mexigringo aspiracional. ¿Te puedo decir Aspi?
Ellos vivieron la firma del TLCAN, más o menos al mismo tiempo que tu educación era responsabilidad suya. Perdón, Aspi. Me imagino que tienes como mi edad porque la gente más vieja no está tan obsesionada con la cultura gringa.
Nuestros padres tenían acceso a pocos medios de información, así que sólo recibían las noticias de los infalibles presentadores de Televisa. Los mismos que decían que era un día muy soleado, ahora te avisaban que el TLCAN llevaría a México al 1er mundo y que los indios del EZLN eran unos terroristas.
Con los años, tus padres asociaron a los yanquis con el éxito, la paz, la diversión; y a los mexicanos con violencia, miedo y pobreza. Por eso nuestra educación incluía, en el peor de los casos, un cassete de Aprendiendo Inglés con Disney.
Pero ellos sólo hacían lo que creían que era correcto. Tratando de darnos una vida exitosa, nos hicieron miniyanquis.
¿Entonces los culpables son los medios de comunicación?
¿La estación de radio que no transmite de español más que a los conductores que hablan puro anglicismo? ¿O la Dirección General de Sistemas de Radio y Televisión, por darle una concesión sobre un pedacito del aire de México a Radio Disney?
¿O las revistas mexicanas que sólo publican a gente de piel oscura cuando hay un reportaje de Barack Obama? ¿O a Televisa y TV Azteca… perdón, Netflix y Blim, por ser infinitos catálogos de gente blanca?
Pero tampoco es culpa suya. Los medios de comunicación no están deliberadamente tratando de hacerte más güero, sólo buscan más audiencia, más varo. El director de Radio Disney no está conspirando con el Pentágono en una guerra ideológica contra AMLO. Él sólo hace lo que es mejor para su carrera, seguro ni le gusta Selena Gómez.
Los medios de comunicación son sólo gente trabajando en equipo para mantener viva una maquinaria más grande que ellos mismos, con agenda y valores propios. Todos, individualmente, dan su máximo esfuerzo y hacen lo que funciona mejor sin preguntarse cuál es el fin último de su estresante día a día.
Cualquier editor de revista te puede decir, después de dos chelas y unos shots, que la razón por la cual todas sus portadas son güeras es porque, cuando no los son, no se venden. Y su responsabilidad más inmediata es que su revista se venda. Como son buenas personas, luego te van a explicar de la maldición latinoamericana, cómo desde que expulsamos a los españoles hemos querido ser como ellos y que este problema es mucho más grande que los medios de comunicación, porque la gente que es más parte del problema es siempre la que menos se asume como tal.
¿Entonces la culpa es del dinero? ¿La culpa es del capitalismo?
¿Esto quiere decir que soy comunista? ¡Tengo que contarle a mi mamá! ¿Esta es la capa oculta del capitalismo que Marx no vio? Primero sus frutos te convierten en gringo y luego te ofreces como voluntario para su programa de esclavos a 18 meses sin intereses.
Ay, Aspi. Ojalá sí sea este, porque sería bien chido contar esto cuando nos pregunten por qué nos volvimos comunistas. Por fin voy a poder usar este case.
Podríamos explicar por qué Walmart no se detendrá hasta que haya chupado la vida de cada tiendita de la esquina en el mundo. Arruinaremos pedas criticando la locura corporativa de los monopolios idiotas como Mc Donalds que, al límite humano, logístico y físico de su crecimiento, se esfuerzan todos los días por seguir creciendo y se aterran porque cada vez es más difícil (Fucking duuuuuh!!), como un leñador que ya casi se acaba el bosque y sigue inventando formas de talar árboles más rápido.
Agotados todos los medios tradicionales para seguir ganando mercado, las corporaciones se ponen creativas, empiezan a pensar fuera de la caja. Le pagan a los directores y productores del mundo para aparecer en sus películas y series, para enseñarle al inconsciente del mundo entero que sólo hay una forma de hacer las cosas y es con su producto.
Ya sé, “cultura” es una palabra muy grande pero, mil marcas trabajando en equipo, cada quien por su lado, pero juntos, pueden hacer como un montón de liliputienses y secuestrarla.
¿Cuándo fue la última vez que fuiste a ver una película en la que no saliera ni un puto logo, Aspi?
Pero a ver… Pinche Aspi, el capitalismo tampoco era.
El capitalismo es una brutal máquina deshumanizante que está destruyendo al mundo… pero es lo que hay. Ya sé, Homero Simpson dice que en teoría el comunismo es bueno pero, fuera de la República Abstracta del Seminario Eterno, nunca lo hemos visto funcionar.
El capitalismo es sólo un plan diseñado por changos lampiños de cómo debemos interactuar entre nosotros para distribuir los recursos del planeta. Sólo es el que prevalece porque es el que se siente más rico. Ya sé, me vas a decir que la Operación Cóndor y el embargo comercial de Cuba, pero esta es un arma más poderosa que todas las guerrillas y carteles financiados por el FBI:
Tiene sentido que, siguiendo el mismo plan, las tribus de changos con menos piedras brillantes imiten a la tribu de changos que tienen más, para seguirles el paso y luego intercambiar esas piedras brillantes por comida, estilo de vida y revistas sobre los changos más ricos del mundo.
¿Entonces la culpa es nuestra?
¿Pero qué no la culpa era de nuestros papás? Suena como a que tenemos un círculo vicioso entre las manos, Aspi. ¿Por qué queríamos saber el origen de nuestras aspiraciones gringas?
¿Ves Aspi? Ese es el pedo. Me mama Breaking Bad y comer en Carl’s Jr. pero me siento bien pendejo en la cara del caos. ¿Yo mismo estoy aceitando la maquinaria de la aplanadora que está por pasarnos encima?
Yo no pedí nacer en medio de un sistema roto y un par de años antes de la guerra de aranceles que está por convertir la economía de mi país en polvo.
Para mayor humillación, escribo esta columna desde una macbook porque yo también quería ser gringo, o algo así. Estoy tan bien aleccionado que me cuesta trabajo encontrar orgullo patrio para este texto. Cada vez que pienso en el amor que le tengo a esta tierra y a su historia, cuando me pregunto qué puedo hacer para defenderla, me vienen a la mente los Duartes y Peñas del presente, pasado y futuro a responderme que nada.
¿Y qué es a huevo amar a mi país? ¿Por qué debo considerarme en hermandad con ese nido de víboras que nos gobierna aunque no tengamos en común más que el nombre de las líneas que alguien dibujó alrededor de la tierra en la que nacimos?
Eso por un lado. Por el otro, piensa en qué pendejos se habrían visto los galos usando togas romanas y casquitos de legionario, meses antes de ser conquistados por Julio César. El mundo es tan vasto y tan chistoso que seguro hubo al menos un germano que soñaba con mudarse a Roma antes de que Nerón le prendiera fuego.
¡Entonces que chinguen a su madre los gringos! ¿Vamos y quemamos sus embajadas? ¿Cambio todos mis discos de rap por mariachi?
Nel. Defender cualquier bandera es luchar por el pasado.
Trump y sus fans son como aficionados del Necaxa, presumiendo las glorias pasadas de un equipo que ya ni existe. Sí, se siguen llamando Necaxa, pero hace muchos años que la alineación que venció al Real Madrid en el 2000 dejó de jugar.
¿Entonces qué equipo es México? ¿El Cruz Azul con sus constantes derrotas que para la tierna memoria local son victorias morales?
¿Qué tal si me valen verga el fútbol, la política y cualquier otro ritual de los millonarios para medirse el pito? ¿Qué tal si no quiero una nación que defender? Quizá el nacionalismo es una política ingenua porque es es aún más estúpido pintarle rayas al suelo y llamarlas “naciones.”
Internet hizo del mundo un lugar muy pequeño. Si yo quisiera, podría mandarle una foto de mi pito a un señor de Malasia y arruinarle el día en menos tiempo del que me tomó escribir esta oración. Todos somos vecinos en la red. Por fin la tecnología nos permite interactuar como si fuéramos todos miembros de la misma especie, habitando el mismo planeta.
Ser mexicano es tan poco ambicioso como ser yanqui. Yo defiendo la bandera de la humanidad y mi nacionalidad en este planeta. Yo no escogí la música, la comida, las historias y el gobierno con que fui criado, pero me dieron una visión sobre el mundo que vale la pena compartir. Negarme a otras naciones es negarme a otras visiones del mundo, por puro patriotismo y demás razones imaginarias.
El imperio está colapsando. No es el primero, pero ojalá sea el último. ¿Qué faceta de los yankees vale la pena rescatar para seguir avanzando como especie? ¿Qué tal su libre mercado?
¿Qué tal el idealismo? En 1974, el periodismo, las instituciones y la opinión pública obligaron al presidente Richard Nixon a abandonar su cargo por crímenes mucho menores a los de tu Enrique Peña Nieto promedio. Ese es uno de esos goles viejos del Necaxa, pero fue un gran gol. Estaría bueno volver a intentarlo, en lugar de conformarnos con cascaritas de estas:
¿Qué tal su justificado desprecio por el nepotismo? El gobierno mexicano es un desvergue porque todo el mundo es un pinche chamaco de kinder y a huevo quiere trabajar con sus amigos. ¡Váyanse a tomar una chela el fin de semana, pero no trabajes con tus seres queridos! Cuando los funcionarios públicos contratan a sus compadres, le niegan al gobierno el talento de todo el país y se quedan con… pues el de sus conocidos.
Aquí una fórmula de cómo imitar a Estados Unidos sin acabar con nuestro propio Donald Trump:
No voy a enumerar cada virtud de los gringos porque nunca acabaríamos y ya me quiero ir a seguir viendo memes, así que te dejo con una sencilla fórmula para imitar las virtudes gringas sin llevarte sus defectos.
Piensa en causa y efecto. Muchas características de los gringos son efecto de su éxito, muchas otras son su causa, esas son las que queremos.
Por ejemplo: las Big Macs a 1 dólar son un efecto. Si las imitamos, vamos a acabar con una nación de obesos… aún más. Sus migrantes y refugiados, en cambio, son los que le dieron a Estados Unidos talento de todo el mundo, son la causa de Hollywood y Silicon Valley.
Y, ya que andamos en esas, aplica la misma fórmula para el resto del mundo.
La humanidad posee tantas virtudes como vicios y otras cosas que son un poco de ambos. Toma la lista del G20 y vete de arriba para abajo, copiando lo que mejor se adapte a tu visión del mundo. La ética de trabajo alemana, el sistema de salud canadiense y, ¿por qué no? También uno que otro vicio. Si se siente más rico y hace menos daño que los tuyos, el cambio hasta cuenta como virtud.
Podemos ser un mundo de aislados nacionalistas o de humanos en constante comunicación. La segunda opción se oye mejor.