Reflexiones en torno al elogio a la pereza y el surgimiento del arte

Las tres cuestiones sobre el arte

Si, como afirma el Griego en el Cratilo
El nombre es arquetipo de la cosa
En las letras de “rosa” está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra “Nilo”

Jorge Luis Borges, “El golem”

Así inició Borges su poema “El gólem”, que, según Bioy Casares, fue el mejor que afirmó Borges haber escrito (aunque dice luego lo mismo de “Límites”, en otro momento de su vida (pero Borges puede hacer lo que quiera (o casi))). ¿Qué quiere decir con esto del nombre como arquetipo de la cosa? El mundo fue creado por el lenguaje, como el rabino crea a su gólem mediante la palabra; y el dios abrahámico, al mundo mismo con hombre y toda la cosa.

Me agrada pensar el arte como un mundo creado por el hombre a través de distintos lenguajes. Una forma más de jugarle a dios. Sin embargo, la charla con Baby en el podcast de arte nos llevó rápidamente a preguntarnos en vez de ¿qué es arte?, a la cuestión ¿qué dice esta obra de arte? Uno de nuestros queridos escuchas descargó el podcast que no está en nuestro canal por cuestiones de copyright, y comparto en este enlace (vease nota 1): https://mega.nz/#!yfYQHSJT!cNBHCmR-n8yJxe5tHjmPdLP4O7qtPfc6JbqT4S2pTBU

Va a quedar muchísimo de lado respecto al fenómeno del arte, el texto del presente postpodcast está muy lejos de ser una tesis de doctorado, pero quisiera abordar lo esencial, enderezar lo más mitificado y dar guía a quienes padecen los principales motivos de fricción entre espectadores y arte actual. He visto demasiadas personas sufrir cuando visitan un museo y los he visto visitarlos de las peores formas posibles. No puedo tolerarlo, tengo que hacer algo ya.

Concentrémonos primero en tres interrogantes posibles, y de una vez asentemos cómo se llegó de la primera a la tercera: 1: ¿Qué es arte? 2: ¿Cuándo hay arte? 3: ¿Qué dice esta obra de arte? Léelas de nuevo, piensa en una respuesta, y, ahora sí, tomémonos de las manos para entrar al tema.

El primer y el segundo sacrilegio

El acto de ejecutar una obra en una disciplina dada también enfrentó el proceso de individualización del humano posmoderno, o sea, se individualizó la noción de “obra de arte”. O sea de nuevo, si yo como individuo puedo determinar mi ideología, apariencia y deseos, y ya no lo determina el lugar donde nací o mi familia, entonces también puedo decir qué de lo que hago es una obra de arte y en consecuencia, qué valores tiene dicha obra. Algo así pasó en la mente del creador de arte para dejar de ser un artista tradicional y devenir un artista contemporáneo.

¿Sacrilegio? ¡Claro! Y de alguna manera agradezco por ello a los dioses el hado. Porque el arte, al inicio de sí mismo, fue algo parecido: un mensaje, solo una parte del esquema de comunicación, enmedio del emisor y del receptor. El mensaje del pueblo a lo divino; del creador, a sus comunidad; o del creador a su contemporáneo. Así surgió la primera poesía, danza, pintura. Mucho después, a la realización de esos mensajes se les llamó poesía, danza, pintura, o lo que fuera; a los mensajes se les denominó poema, cuadro, coreografía. Todo se encasilló, determinó y evaluó (incluso cuantificó o valoró económicamente) en sus propios términos. ¿Sacrilegio? ¡Claro!

Con nuestra maravillosa capacidad analítica, unimos con un hilo invisible los movimientos corporales entre sí y los llamamos “danza”; las producciones de sonido, y “música”; los juegos con le lenguaje, y “poesía”, sin importar que fueran propios de culturas lejanísimas, temporal o espacialmente, y sobre todo, sin importar la distancia tremenda de los objetivos de cada obra. Es de suma trascendencia entender que no se compuso con la misma finalidad la Ilíada que El paraíso perdido, ni las sinfonías de Beethoven, que el último disco de Maluma. Pero entran en las categorías de poesía y música, respectivamente. “Definir es limitar”, dijo una morra en su perfil de Tinder.

Así, en un asaz sintético esquema, tendríamos algo más o menos como:

  • Primero, el arte antes del arte: Expresión colectiva o individual con uso poético del lenguaje de enunciación,
  • luego, sacrilegio 1: Creación de obras de arte según disciplinas dadas,
  • ahora, sacrilegio 2: Expresiones individuales o colectivas con un (incipiente aún) uso poético del lenguaje de enunciación.

Ahora concentrémonos en otra interrogante: ¿para qué se hace una obra de arte? Quiero abordar más a fondo las consecuencias de cada cambio de paradigma a partir del esquema anterior y de esa pregunta.

Lo que hace valiosa a una obra de arte

Entonces, si la obra de arte contemporánea es un mensaje individualizado, o sea, que no responde ya a los valores establecidos de una disciplina artística, y tiene una función única distinta a las demás obras de arte, ¿por qué se apega a los métodos formales de una tradición? ¿Por qué seguir pintando en tela, o escribiendo poemas en verso, o haciendo música según armonías dadas en un sistema de notación dado?

El arte individualizado, o el arte del segundo sacrilegio, desconoce los valores del arte canónico, del primer sacrilegio, en pos de sus propios valores. Este arte se asume virtuoso por otras cosas, siguiendo a Sócrates, en tanto que virtud es conocimiento. En principio, romper con la tradición da pie a que el arte deje de tener un fin únicamente decorativo o metareferencial, y pueda ponderar una finalidad social, política, cultural, científica, o lo que fuere. El arte se desata del rigor del canon, en consecuencia, se vuelve poroso, toma esto de unos y aquello de otros mecanismos formales y materias del arte tradicional.

Poroso e individualizado, libre al fin, ganó el arte la posibilidad de usar los recursos formales que el arte tradicional ya ha desarrollado: poemas en verso para mejorar la impresión, composiciones pictóricas para dar guía a la observación de una imagen, armonías, coreografías, etcétera… Y esto ya más o menos se presentó en el arte tradicional, solo que ahora sucede más frecuentemente la comunión de disciplinas. Ya antes los poetas aludían a composiciones visuales, o los pintores a metáforas de la poesía, pero el arte contemporáneo lo mezcla aún más, allende al menos a tres factores determinantes:

  • sí, a la tecnología, capaz de llevarnos a cualquier momento de la historia y mano derecha para unir cualquier disciplina;
  • también sí a las dinámicas que hacen posible que un artista viva, pensemos en el Elogio a la pereza de Mladen Stilnović (véase nota 2), que achaca la liberación de los artistas soviéticos al hecho de que nadie les iba a comprar por no ser socialistas, entonces, eran libres de hacer lo que quisieran, no debían cuentas a nadie (“incluso cuando produjeron arte, sabían que era en vano, que no era nada”));
  • y finalmente, sí, a la individualización del arte.

Para ejemplo léase este bonito ensayo de Felipe Ehrenberg:

Circunstancia y tradición determinaron que los pintores, los escultores, los dibujantes o grabadores partamos del binomio materiales/técnicas para descubrir primero y desarrollar después nuestros conceptos. Hasta hace poco, los artistas considerábamos condición sine qua non el uso de soportes, materiales y herramientas específicos y claramente identificados con nuestro milenario oficio. Habían sido hasta la fecha los recursos que nos permitieron explorar el universo de sensaciones y emociones que nos particulariza como humanos. Se dibuja, se pinta, se esculpe y la tesis se desarrolla en el proceso.

Sin embargo, habemos creadores para quien este método dejó de ser útil. Es insuficiente para descifrar el alud de emociones y sensaciones que se desprende del universo artificial que vivimos en la actualidad que entre muchas otras cosas nos impone distintas nociones de paciencia, y por lo tanto, distintos conceptos del oficio. Como consecuencia, nos vemos obligados a operar como artistas a la inversa de la tradición: nuestro punto de partida ya no es el oficio de la tradición sino la idea (tesis), una que obedece a los dictados de las ocurrencias surgidas del complejo entorno actual que nos rodea. Una vez determinada una línea o serie de conceptos, apelamos a la materia y en especial al tiempo para darles cuerpo y vida. Por el momento, vamos en contra del doxa que predomina.

Véase el ensayo completo en la nota 3.

Con tantas ideas tan diversas en la mente del creador de obras, uno como expectador debe saber que se atiene a dialogar con un loco iluminado en el mejor de los casos al ir a un museo. Para finalizar, quisiera que despacháramos otra pregunta que se urge, ¿qué hacer frente a la obra de arte?

La virtud del arte contemporáneo

De ser como menciona Ehrenberg, que me place, el proceso de creación pasa, en extremo sintetizado, del esquema tradicional al contemporáneo:

  • Tradicional: tengo una disciplina artística (materia y recursos formales), ¿qué puedo decir con ella?
  • Contemporáneo: tengo algo que decir, ¿qué materia y recursos formales puedo usar para decirlo?

La virtud del arte contemporáneo reside entonces en saber cómo puede responder a la cuestión, ¿cómo comunico lo que quiero comunicar? Esto del lado del creador.

La virtud del espectador del arte contemporáneo entonces consiste en responder a ¿qué me quiere decir este mensaje (obra de arte contemporáneo)?

La materia y los recursos determinaron anteriormente qué pertenecía a una disciplina y con cuanta virtud se apegaba a ello (de nuevo Sócrates, virtud es conocimiento), esto, a su vez, determinó cuán valiosa o virtuosa resultaba una obra. Es valiosa o virtuosa la obra tradicional en medida que conoce el material, lo usa sabiamente, desarrolla recursos compositivos con soltura, etcétera.

Ahora, la materia tradicional (palabras, tintas, óleos, piedras, sonidos, movimientos, etcétera) y los recursos tradicionales (simultaneidad, narración, descripción, representación, amplificación, catarsis, expansión, reducción, selección, etcétera…) son meros elementos para articular un mensaje, elementos complejos, sí, pero propios de un alud de emociones y sensaciones, de observaciones más complejas que las determinadas en las palabras y las ideas conocidas.

Dijo Baby, y me place, que exigirle ser bello al arte contemporáneo es lo más soso que se puede pedir, este nuevo paradigma abre las puertas a lo grotesco como balance de lo bello, a lo complejo en balance de lo fluido, a lo doloroso en balance de lo sosegado, y a lo inteligente en balance de un superficial entretenimiento mediático. Si todas las series y películas palomeras son entretenidas, hace falta un actor que traiga balance al mundo, llegó a entender el Hobbit en nuestro podcast del arte.

Así pues, quisiera elevar las manos en oración para que la próxima vez que tenga ocasión de contemplar una obra de arte y no le entienda o no me llegue a causar impacto, contenga tu tolete y evite gritar con patetismo “¡esto no es arte!” o “¡esto es hamparte!” (menudo chiste en una sociedad donde el hampa es problema principal, dijo Baby en el podcast de arte). Prefiero intentar preguntarme “¿qué me están tratando de comunicar con esta obra?”. Dialogar y conocer, todo a una palma de distancia.

Ahora que si mi esfuerzo no tuvo ningún fruto, no me agüito. Sé que la otra parte de la responsabilidad pertenece a quien emite el mensaje y no todas las obras de arte son tan inteligentes como otras, caray, que pasa que los artistas sólo son humanos intentando ser dioses, o crear, o criticar algo que podría ser distinto, o enseñar, para que el kosmos de quien observa la obra tome otro orden, y este, a su vez, modifique el kosmos donde se halla (entendiendo “kosmos” como una construcción de orden donde hay caos).

*****

Nota 1: Como algunos sabrán, el Santo produce el podcast Migala, pero se ausentó para trabajar (?) y tuvimos que grabarlo en mi oficina. En ese sitio hubo música pop toda la noche y entre que peleábamos por ajustar la consola y hacer que la llamada con Baby se oyera, no nos cambiamos de sala. Youtube, maldito mil veces, nos bajó el podcast por violación al copyright que rige este mundo. Algún día lo editaré y resubiré sin esas pegajosas canciones de fondo, o si no que se muera Jair Bolsonaro.

Nota 2: “Elogio de la pereza”, disponible acá: http://sduk.us/work/stilnovic.htm. Léase lo demás de sduk.us/work. Vale la pena.

Nota 3: Acá el ensayo de Ehrenberg, nota a una acción de la que fue protagonista: