“No todos los idiotas son solemnes, pero todos los solemnes son idiotas”, decía un cartón del Gato Culto, de Paco Ignacio Taibo.
Te hablo a ti, joven adulto, usuario de redes sociales, ofendido porque la gente va a las exposiciones a tomarse selfies ¡Dios nos ampare!
Nunca te creí tan solemne cuando te observaba día tras día desternillándote de risa con los memes de mal gusto que comparten tus amigos de la oficina, pero no vaya a ser que alguien se tome una foto frente a un espejo en una exposición porque entonces eres Immanuel pinches Kant, defendiendo a capa y espada el estoicismo de la contemplación artística.
No sé si sepas cómo trabaja Internet, pero una de sus cualidades es que la gente ahí comparte cosas, fotos, textos, vídeos y lo que según su criterio valga la pena; así es como muchos artistas se dan a conocer. Algunas veces esta mecánica me ha presentado excelentes contenidos, pero muchas otras me enseña un montón de basura que no necesito. ¿Han entrado a Facebook recientemente? ¡Qué montón de porquería! Los sitios en los que me interesaba leer noticias ahora tienen un alcance orgánico del 0.05%, pero al parecer el de la gente con mal gusto es del 100%.
No sé si yo me vuelvo más viejo o la gente más idiota, pero entre contenidos basura con títulos clickbait y vídeos de alguna otra tonta haciendo twerking, ver las fotos de la exposición de Kusama se sentía como un oasis en un desierto de mierda y estupidez. Neta, no me importa que haya una morra en medio o que tenga un título cursi; me parece maravilloso que tanta gente se sienta tan entusiasta con una exposición artística interactiva.
IN-TE-RAC-TI-VA: adjetivo, aquello que procede por interacción. La exposición de kusama no estaba cubierta de espejos y elementos coloridos por pura casualidad, uno de los objetivos de su obra es que el usuario se sumerja en ella y experimente en primera persona los trastornos psicológicos que la llevaron al arte. No estás lidiando con un retablo medieval que se hace polvo si le tomas una foto con flash, Obsesión Infinita era una exposición para tocar, para sumergirte en ella y para tomarte una selfie si quieres.
¿Qué hay de malo con compartir tu experiencia en una exposición artística? Por favor revisa las últimas cuatro fotos que compartiste en Internet, seguro hay un meme de mal gusto, una foto mal tomada de tu comida, una foto de tus zapatos y una selfie en un lugar irrelevante donde haces esa cara estúpida con la que crees que te ves más guapo. Yo no me tomé una selfie en la exposición de Kusama porque soy un cabrón feo y porque todo el mundo sabe que los hombres no se toman selfies, pero me hubiera gustado, sólo para hacer enojar a sus pretenciosos e ignorantes traseros.
Es más, tomen:
Además, que me perdone el montón de extraños que Facebook hace llamar mis amigos, pero en todo este tiempo no he visto un solo argumento en contra de las selfies que venga de alguien con la autoridad para oponerse. He visto muchas ideas vagas repetidas por borregos que no saben de arte más que el nombre del payaso que colaboró con Nike para sus tenis, pero ni una sola idea original, ni un argumento crítico sobre la exposición. Me gustaría insinuar que se quejan de las selfies porque fue el único aspecto de la exposición que creyeron entender, pero sería muy cruel.
Tampoco es que esta sea mi batalla. Años de perder el tiempo en Internet me han blindado contra la estupidez colectiva, pero todo tiene un límite. Hoy salieron estas dos imágenes.
¿Cómo le hablas así a alguien que no conoces? Sólo me enteré de estas fotos por la horda de mojigatos que se encargó de viralizarlas con una mano mientras se persignaban con la otra. Además hay que ver la arrogancia y el clasismo con que escriben estos macacos. Defienden a Yayoi Kusama como si no la hubieran conocido hace apenas unos meses, ustedes que se creen cultos porque una vez compartieron en Facebook una cita de Cortázar de un libro que no leyeron.
Tengo un par de teorías acerca de por qué la gente es tan tonta. Muchos culparán al anonimato de Internet. Es cierto que ninguno de estos pusilánimes le diría algo así en su cara a un completo extraño, pero yo creo que tiene más que ver con este momento histórico en la generación de mierda en la que me tocó nacer.
Somos la generación educada por un montón de señores espantados por el autoestima. Ni uno solo de nosotros cree sinceramente que es tonto, pero muchos lo son. En cambio todos fuimos educados con la noción de que la confianza en uno mismo es requisito para alcanzar el éxito. Somos una generación de tarados engreídos.
Por otro lado, todos tenemos de veinte a treinta años. Es el momento en el que los sueños empiezan a morir, cuando te descubres godínez, cuando el mundo te revela a cada oportunidad que nunca fuiste especial y que si quieres salir del rebaño tienes que trabajar más duro de lo que nunca estarás dispuesto a trabajar.
En este panorama entiendo por qué esa vaga noción de cultura resulta tu único diferenciador, entiendo por qué defiendes con violencia una exposición que no entendiste pero que nadie más tiene permitido entender.
Pa’ pronto, que si nadie hubiera ido a la exposición te hubieras quejado por la falta de cultura del público pero ahora que va mucha gente, te quejas de las selfies para lidiar con el terror y la decepción que te provoca la expectativa de una vida adulta.
Pero está bien, recuerda que un día todos nos vamos a morir.