Espérense, bajen las antorchas, tengo familia. No me acusen aún con el gran hermano. ¿Me permiten unas últimas palabras?

Están por leer la peor columna. Es homofóbica, misógina, intolerante y tiene typos. Me merezco todo el odio que me estás guardando para la sección de comentarios, pero te propongo un trato: Yo me voy a tragar en silencio todo lo que tú me tengas que decir, siempre y cuando leas este texto entero. Si no vas a respetar este trato de caballeros, o damas, o lo que seas, entonces sigue con tu día, porque comentar un texto sin leerlo es de retrasados.

¿Estamos?

Híjole, tenía miedo de publicar este berrinche así, con ese título. Yo que no le tengo miedo a nada, ahora le temo a mi propio lenguaje. Cada conversación que tengo con la gente buena y bonita es un campo minado y la mitad de mi atención está en no herir la sensibilidad de infinitas minorías hipotéticas que ni nos están escuchando.  Diario prohíben más palabras y siempre son mis favoritas.

Todo sea por el experimento de la corrección política. ¿Cómo va, por cierto? ¿Ya arreglamos a la sociedad? ¿O sólo le quitamos su empleo a un montón de ancianos de derecha a los que el resto del mundo ya ignoraba?

Yo sé, aún hace falta educar a mucha gente para llegar a esa utopía progre, pero ese es precisamente el pedo, que no están educando a nadie. La inquisición al menos te daba clases de catecismo antes de cortarte la cabeza.

Como aquella vez que la Policía del Pensamiento cachó a Alex Sintek rompiendo las reglas. ¿Podemos hablar de Alex Syntek? Sin defender a nadie, toda la gente de este pleito apesta:

Un día un tuitero hizo un chiste sobre Alex Syntek y Alex Syntek no se aguantó.

Y como los famosos no son personas, todo aquel que ocupaba un like fácil dijo “¡Yo también!”

Enfrentado a una multitud anónima que se burlaba del trabajo de toda su vida, Alex Syntek explotó.

Y entonces la Gente Buena® decidió que Alex Syntek había roto las reglas. Una cosa es echar carrilla en buen plan, pero otra muy distinta es ponerse a atacar a las minorías.

Y Alex Syntek perdió su trabajo. Bien hecho, equipo. Lo volvimos a hacer.

Lo más raro de esta pelea es que descubrimos a otra minoría:

Y yo sé, estos linchamientos a larga distancia valen la pena porque así transformamos el lenguaje para no herir la sensibilidad de los grupos vulnerados. Estados Unidos tiene a más ciudadanos negros en la cárcel que en la Universidad, pero al menos ahora les dicen “afroamericanos”. A ver si así se les olvida que las estructuras de poder que los oprimen todos los días aún existen detrás de ese lenguaje.

Imagínate que a partir del Syntekgate inventamos un nuevo término para que los godínez no se sientan tan vulnerados. Podríamos llamarles “oficinistas”, “autómatas orgánicos”, “individuos con libertades diferentes”, pero eso no les va a dar más tiempo libre… Es más, ahora sus jefes podrán oprimirlos más sabroso, con menos culpa, siempre y cuando se refieran a ellos con el vocabulario aprobado y avalado por la Gente Buena®.

La corrección política es fascismo disfrazado de modales. Vamos a inventar otra palabra para el hambre, a ver si así arreglamos Yemen.

Perdón, cuidaré más mi lengua para no ofenderlos.

Pero ahí está el otro pedo, yo no creo que eso que experimentas cuando lees a alguien romper las reglas en público sea indignación.

Cuando estás desayunando tus hot cakes con verga y lees un chiste homofóbico que aparte ni da risa, no creo que se te salte el monóculo y caiga en tu tacita de té. No creo que te sientas vulnerado y debas hablar a una línea de atención a las minorías para explicarles de la gran tristeza que unas letras en una pantalla te ocasionaron.

Yo lo que creo es que cuando alguien rompe las reglas, tú te relames los bigotes como un lobo hambriento. Tu cara hace esto:

Pero tu corazón hace esto:

Y el golpe de adrenalina te pone a pensar cómo hacerle para destruir a esa persona en redes sociales. Ya sabes qué le vas a decir a tus amigos. Buscas a quién arrobar para que el disidente pierda su trabajo. La crueldad de tus métodos está justificada porque estás persiguiendo a uno de los malos, eso significa que tú debes ser uno de los buenos.

“¿Puedes creer lo que dijo Fulano? Gracias a Dios no soy él.”

Creo que lo haces porque nacimos en una nación católica, con madres puritanas que nunca escucharon a nuestros abuelos echarse un pedo o decir una grosería; pero que aprendieron su disciplina a cinturonazos y un poquito de ese dolor acumulado nos salpicó a todos en forma de educación.

Desde niños nos han dicho que el sufrimiento educa, que la letra con sangre entra, pero el sufrimiento no enseña, sólo espanta, somete y se reproduce. El adolescente más golpeado por su primera borrachera es el que se vuelve alcohólico en cuanto deja la casa. Y si un día tiene un hijo, le va a descargar encima todos los golpes que no le pudo regresar a su mamá.

La gente herida lastima.

Y creo que lo haces porque, más que nada, lo que queremos como seres humanos es saber que importamos, que no estamos en esta Tierra consumiendo oxígeno en vano; y cada vez es más difícil.

Le vendiste tu alma a una corporación para poder pagar un estilo de vida que te permita preocuparte por asuntos como tuitear por la verdad y la justicia en el mundo. En la entrada te quitaron todo lo que te hacía especial como individuo y te amoldaron a la fuerza a una tribu cada vez más grande, cada vez más gris. ¿Cómo vamos a importar si somos millones y todos iguales?

Hay una forma: quien haya sido bully en la escuela ya se la sabe.

Si un día llegas triste al colegio porque tu casa es un infierno disfuncional, y a esa edad es todo lo que conoces, puedes identificar al más débil de la manada y hacerlo llorar. Aún eres miserable pero al menos no eres ese wey.

¿Quién diría que todos creceríamos para encontrar valor en lo que no somos? La forma más fácil de hallar algo redimible en nuestras aburridas personas es gritar para todo el que le interese “¡Miren, su amado Alex Syntek es un culero y yo no!”

Pero pobre de aquel que rompa las reglas. La Gente Buena® es mucha y todos quieren un pedazo. Al final el pobre no es ni educado ni redimido, tiene suerte si aún conserva su trabajo. Mientras, toda la Gente Buena® puede volver a su día a día, brevemente feliz porque hoy hizo una diferencia.

No estamos educando a nadie, pero cada acción tiene una reacción, de igual o menor fuerza en sentido contrario.

El misógino al que linchaste no se despertó al día siguiente pensando “creo que ahora respeto más a las mujeres”. Pero sus amigos vieron lo que le hiciste.

Un montón de hombres, que de otro modo habrían sido receptivos al mensaje del feminismo, vieron tu plan de estudios y pensaron “a la verga, yo no quiero esa clase”.

“¿Cómo es que alguien con tanto poder viene a decirme que se siente oprimida?”

Una multitud en un estadio le gritó “puto” al árbitro. ¿Por qué? ¿detuvo el partido para mamársela a un jugador? No, sólo marcó mal una falta. En este caso específico, “puto” significa malo, tonto, tal vez corrupto. No tiene nada que ver con la palabra de odio que la comunidad LGBT está tratando de erradicar, pero alguien escuchaba de lejos el partido y dijo “¿Están hablando de mí? Claro que sí, están hablando de mí, el contexto de las palabras no importa, quiero que dejen de hablar de mí”.

Y PUM, prohibieron la palabra “puto”. Aunque la gente aún la sigue usando. ¿Sabes quién? Los homofóbicos.

Le regalamos la palabra al odio.

Y no hay mejor disfraz para el miedo que el odio. Cuando un onvre grita “ni machismo ni feminismo…”, sí, está diciendo una pendejada, pero porque está aterrado. No quiere aprender, sólo quiere evitar que el mundo entero lo odie por ser quien siempre ha sido.

Nadie es malo para sí mismo. Si tú le causas miedo, en su mente, tú debes ser uno de los malos; y lo que te pase está justificado porque él siente que está del lado de los buenos…

¿Es muy tarde para decir que estoy a favor del movimiento #MeToo? Eso es tener huevos… bueno, tú me entiendes. No se fueron contra el lenguaje, se fueron contra la gente que está abusando de su poder para lastimar mujeres. Gente impecable y educada que ejercita y hace posible la violencia todos los días. ¿O alguna vez escuchaste un chiste misógino de Bill Cosby?

Quentin Tarantino hizo una película al respecto:

Sólo no hagan lo mismo que en Estados Unidos, Donde Ben affleck quiso ayudar y todas le dijeron “tú no porque una vez tocaste una chichi en el 95”. El odio es bueno para cobrar venganza, pero para derribar las estructuras de poder que nos oprimen necesitamos aliados, compromisos y permitir que la gente, después de aprender, se arrepienta.

Gente Buena y Bonita®, ustedes que poseen la verdad y la sabiduría: No la pueden esparcir con odio. No pueden justificar su crueldad señalando al otro como los malos, porque todos somos malos. Todos somos bestias crueles e ignorantes, llenas de heridas y rencores. Todos merecemos un chingo de piedad.

Cuando enfrentemos al odio y la intolerancia, podemos compadecernos o podemos tratar de entenderlo. Lo que no podemos hacer es seguir respondiendo con odio, porque claramente no está funcionando.