Dice una comediante que no tienes permiso de ofenderte por la violencia en el país porque consumes drogas. ¿Será?
Que si compras droga, tú eres el responsable de la violencia. Que si todos dejamos de drogarnos, se va a acabar el narco, dicen.
Se oye lógico. Es simple sentido común, ¿siono, raza? El narco obtiene dinero de las drogas que te vende y con ese dinero compra las armas que la CIA no le manda. Si un día los 8.4 millones de pachecos de México deciden dejar de comprar mota, los narcos se verán unos a otros, incómodos y dirán “Ni modo, muchachos, se acabó el sueño. Vámonos todos a trabajar a un call center.”
Buen plan. ¿Cómo le hacemos para convencer a 8.4 millones de mexicanos de abandonar la única sustancia inofensiva que hace sus vidas tolerables? Porque la gente no se droga de felicidad. Por curiosidad, tal vez, pero los usuarios habituales, que consumen mariguana dos o tres veces por semana, no lo hacen porque disfrutan tanto la vida que quieren olvidarla.
Pero me estoy desviando. Imagínate que los convences. Revivimos a la florecita de Vive Sin Drogas y esta vez pega tan cabrón que todos los pachecos de México dicen “TV Azteca tiene razón, esta droga me está matando. Mejor me haré alcohólico.” Problema resuelto…
¿Pero y los consumidores de Estados Unidos? Porque las drogas mexicanas son principalmente un producto de exportación. No lo digo yo, Rex Tillerson el secretario de estado de EEUU al que corrieron con un tweet admite que su país es el mayor mercado para las drogas mexicanas.
Se estima que cada año entran a México, desde Estados Unidos, entre 20 y 30 mil millones de dólares a cambio de nuestras drogas. Algo así como el 2 o el 3% del PIB. En muchos casos, ese dinero sirve para mantener viva la economía de la frontera, de pueblos y comunidades donde no hay ni un mísero call center, sólo la siembra o el desierto.
Pero está bien. Imagínate que Estados Unidos no es el infierno corporativo al que van nuestros pobres migrantes a conseguir trabajos de mierda porque la economía de su país los olvidó. Imagínate que es la tierra de la libertad que presumen en todas sus películas y nadie se droga.
Imagina que los bancos españoles dejan de lavarle el dinero a los carteles y miles de millones de euros dejan de entrar a México desde España. Ibiza se vuelve un puerto pesquero, no se vuelve a celebrar otro Eurovisión y el único lugar feliz que queda es Amsterdam, porque el resto del Europa se volvió panista y ya no se droga, gracias a ti, tuitero, que salvaste al país un regaño a la vez.
¿Eso resuelve nuestro problema? ¿Así se acaban los halcones y sicarios, los capos, los pozoleros, los políticos corruptos, los policías comprados, los militares desertores y la pobre banda muerta de hambre que recoge goma de amapola porque en sus pueblos no hay más fuentes de empleo? ¿Todos estos hijos del fracaso de la educación pública de pronto se van a volver entrepreneurs?
Imagínate que tu plan maestro de decirle a la gente “si te drogas no te quejes del narco” funciona y la gente te escucha aunque seas un santurrón de mierda y deja de drogarse. ¿Por fin tendremos un país en paz? ¿O tendremos a un montón de organizaciones criminales con una fuente de ingreso menos y un montón de especialistas de la violencia listos para entrar en sus otras aventuras comerciales? Trata de blancas, piratería, extorsión, secuestro, tala ilegal, huachicoleo… tú escoge.
¿Esta gente que vive bajo el lema de “prefiero vivir dos años como rey que una vida como esclavo” se va a ir a meserear a un Samborns?
Porque la banda que arriesga su vida sembrando amapola no lo hace por amor a la jardinería, sino porque el maíz, el frijol y todos los cultivos que le daban de comer a sus abuelos, ya no pueden competir con los baratísimos productos de las granjas subsidiadas por el gobierno norteamericano. TLCAN, le llaman. Es ese tratado que nuestros políticos defienden con más pasión que a su pueblo.
QBA, el rapero que mató a tres estudiantes de cine en Jalisco cobraba 3,000 pesos semanales, una fortuna si lo comparas con el salario mínimo. Lo llamo rapero porque nosotros somos nuestras pasiones, no nuestros empleos. El empleo es sólo esa miserable parte de la vida que absorbe la mayoría de nuestro tiempo y apenas nos garantiza una vida digna, comida en la mesa, un lugar dónde dormir, a veces ni eso.
No dejo de pensar en ese carnalito y en la pinche vida miserable que lo convirtió en un monstruo. Entiendo si lo odias pero, ¿como decían las primeras líneas del Gran Gatsby? “Siempre que quieras criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas ventajas que tú.”
Si los adictos son los culpables de la violencia en el país, entonces todos los automovilistas son responsables por la guerra en Medio Oriente.
Las adicciones no son más que las cosas que disfrutamos hacer más que la vida misma. ¿Por qué mejor no culpamos a los bastardos que hacen la vida miserable?
A los ojetes que trabajan todos los días en convertir el mundo en un lugar gris y monótono del que sólo se puede escapar dentro de la mente: A Felipe Calderón, para empezar. Pero también a los OXXO’s, a Taylor Swift, a los guionistas de todas las películas protocolarias de Marvel, a las inmoviliarias que quieren convertir cada colonia de la ciudad en un centro comercial idéntico, a los banqueros que empobrecen al mundo, lavan el dinero del narco y además pagan a los columnistas que exigen más soldados en las calles; a Ricardo Alemán, que chingue a su madre; a los bastardos de INFONAVIT que construyen kilómetros y kilómetros de casitas idénticas para los pobres; al imbécil que narra los videos de Badabún y al staff de mercenarios ignorantes que los escriben; a los publicistas que hacen memes para marcas y nos arruinan el chiste a todos; a Callo de Hacha; a los putos del Deforma, porque justo cuando estábamos matando a Televisa se dejaron comprar; a Carlos Slim, por ser el hombre más rico del mundo en un país lleno de pobres a los que les paga una miseria por vestir como muñecas michoacanas y sonreírle a un montón de clasemedieros basura que ahorraron toda la semana para actuar como ricos y ser groseros con la mesera; a Toño Esquinca; a los payasos pusilánimes que dicen que “el cambio está en uno mismo” y luego no hacen nada; a los mandriles alienados que concursan en Enamorándonos; a los vatos ignorantes que hacen como que saben de un tema porque vieron un video de YouTube; a ti por proponer que los consumidores tienen la culpa de la guerra y a mí por estar tan lleno de odio.
Porque culpar a las víctimas de un sistema roto no arregla nada, sólo nos da la satisfacción de sentir que no somos parte, de que los malos son otros, no yo. Pero el problema no es un sector específico de la población, es el sistema, somos todos, y hasta que dejemos de echarnos la culpa unos a otros, nunca vamos a encontrar una solución.