Star Wars es un mundo del cual es muy poco probable no conocer nada hoy en día. ¿Por qué? Una primera –y aburrida– respuesta no es otra que la existencia del capitalismo salvaje además de la palpitante y violenta tendencia hiperconsumista de las sociedades contemporáneas. Y aunque es un tema que se cae de interesante, lamentablemente, no nos ocuparemos de ello el día de hoy.

Existen numerosos productos en el mercado, de todas clases y para todos los gustos, que van sellados bajo el célebre nombre de la franquicia: Ropa, juguetes, videojuegos, comics, novelas… básicamente, cualquier clase de artilugio al que se le pueda grabar “Star Wars” encima. Probablemente por ello nos es tan sencillo reconocer los míticos símbolos de ese universo, o sea el sable de luz, el halcón milenario, la estrella de la muerte, o el casco stormtrooper. Qué rayos, incluso conozco a gente que reconoce estos iconos y que jamás ha visto alguno de los filmes.

Sí, cualquier cosa

En fin, condenable o no, lo cierto es que Star Wars forma parte de la cultura –o por lo menos parte de la denominada cultura pop– del hombre en pleno siglo XXI. Para muchos, tan sólo se trata del culto exagerado a una serie de burdas películas de ciencia ficción. Otros la reivindican asegurando que en realidad estamos hablando de la mejor space opera  existente y que debe poseerse cierta sensibilidad para poder apreciar sus cualidades y virtudes bajo el criterio de éste género.

De cualquier forma, para algunos, seguir a Star Wars continúa significando coleccionar DVD, posters, figuras de acción y demás estanterías llenas de pura ñoñez. No obstante, para otros, Star Wars es un modo de vida. Y sí, no estoy exagerando, existen algunas personas que adoptaron un credo basado en uno de los elementos más representativos de éste universo, a saber: la religión Jedi.

¿El Jedismo? Sí, asi es como sus adeptos lo bautizaron. Aunque todavía no es reconocido como oficial, se trata de un movimiento religioso con una cantidad considerable de seguidores. Según la BBC, un censo en el 2001, reveló que 0.7% de la población del Reino Unido se declaró Jedista. Estamos hablando de 390 mil 127 personas en aquel entonces. No es descabellado pensar que esa cifra se haya triplicado actualmente, 17 años después y con al menos 3 películas más encima. Y menos considerando que Star Wars gusta alrededor de todo el mundo.

Dado que no es una religión, “establecida oficialmente”, no contamos con un libro o código que defina con claridad cuáles son los preceptos a los que el Jedista debe adscribirse. Sin embargo, la mayoría de las iglesias Jedi están de acuerdo en la existencia de un concepto fundamental para el establecimiento ontológico y cosmológico de su religión. Este no es otro que la Fuerza.

Ésta se piensa como conectando el universo entero. Es concebida como un campo de fuerza creado por todos los seres vivos, nos rodea, penetra en nosotros, y une la galaxia a plenitud. No obstante, el Jedismo no es claro respecto a si la fuerza es una deidad, o bien, una fuerza vital. De cualquier forma, están convencidos de que existe. Y de hecho, algunos miembros de la comunidad creen que la fuerza ya existía, y que su aparición en las películas es análoga al anuncio del mesías en las religiones abrahámicas. Es decir, una promesa.

No es extraño concebir cierta apatía hacia la religión Jedi. Su origen –una serie de películas de ciencia ficción– sin dudas es bastante escandaloso. Así, el Jedismo puede ser fácilmente descartado como una religión seria, ser tomado por una burla, o bien, una extraña sátira del pensamiento new age.

Podemos intentar reivindicar la dignidad de éste culto si lo observamos a la luz de un pensamiento filosófico serio, y bastante compatible con las creencias Jedistas. Éste no es otro que el panteísmo, en particular, como fue concebido por el filósofo italiano Giordano Bruno (siglo XVI).

¿Eres tú, Anakin?

No, no estamos bromeando. Bruno, oriundo de Nola, Italia, fue un fraile Dominico. Gran parte de su vida la dedico a estudios teológicos, literarios, y filosóficos. Recorrió gran parte de Europa dando clases y conociendo el pensamiento de figuras cómo Nicolas de Cusa o Nicolás Copérnico.

La impresión que éste último pensador (Copérnico, sin duda) causó en él, fue muy grande. La tesis copernicana es bastante famosa, no olviden sus clases de historia: planteó la posibilidad de que la Tierra no es el centro del universo, y que, de hecho, esta es la que se encuentra girando alrededor del Sol. Una obra de Bruno en particular, La cena de las cenizas, no es otra cosa que la defensa filosófica de esta postura y el planteamiento de una nueva explicación cosmológica más adecuada a la verdadera naturaleza del universo. 

En términos muy generales, La cena…, nos dice que todos los astros en el universo son diferentes y que no puede hablarse de una jerarquía dentro de ellos. Es decir, no es más valioso Urano que Júpiter, tan sólo son diferentes. La relación entre todos ellos es ser hijos de una misma madre. Con esto, Bruno no se refiere a un modelo astronómico en particular, sino a ser dentro del universo.

¿Cuál es la causa del universo? El infinito efecto de la infinita causa; en otras palabras: Dios. Esta visión de la divinidad no es precisamente tradicional. Para resumir, pero léase con cuidado, aquí, Dios es concebido como un ente eterno, la causa de la existencia de todas las cosas. La expresión divina no se da a través de mandatos o del diseño humano, sino en el desarrollo armonioso de la naturaleza.

La robustez de los árboles, el canto de los pájaros, el tránsito de las nubes y la forma de nuestros cuerpos, son todas partes de la expresión divina, como también lo es la muerte, la putrefacción y la corrupción de todas las cosas que devienen en el mundo.

Con independencia de lo bello o “profundo” que parece ser esto, las consecuencias de dicha idea tienen una repercusión impresionante a nivel ontológico y a nivel político. No existirían cosas como el derecho divino, ya que todos los hombres son iguales en constitución. Y nuestra relación de dominación-explotación hacia la naturaleza tendría que reconsiderarse puesto que estaríamos violentando la expresión divina; suena dramático, pero así es.

¿Y qué relación guarda esto con George Lucas?

¿Eres tú, Anakin?

Bueno, no podemos asegurar que Lucas haya leído La cena de las cenizas y que se haya inspirado en ella para idear la religión Jedi. Aunque no es difícil ver que el pensamiento panteísta de Bruno converge en varios puntos con este credo.

Principalmente, podemos decir que la Fuerza, sin lugar a dudas, es una deidad panteísta. No hay una figura o representación exacta de cómo es. Y de ella se dice que existe en todas las cosas vivas uniéndolas, éstos son precisamente algunos de los rasgos que Bruno atribuye a la divinidad en La cena. Se dice que está presente en todos los seres naturales puesto que habla y se manifiesta a través de ellos. Una vez planteada ésta idea, no es de extrañar que los Jedistas guarden y promuevan cierto respeto a la naturaleza y a todos los seres vivos sin excepción puesto que en ello ven un valor intrínseco, este no es otro que la presencia de la fuerza en su interior.

Podemos reafirmar ésta tesis si consideramos que implica algunas consecuencias que, de hecho, son otras creencias que los Jedi comparten. Como ya mencionamos, en el panteísmo, cosas cómo el derecho divino, la supremacía racial, o cualquier clase de distinción en los hombres basada en sus características físicas se viene abajo dado que son iguales en constitución. Los Jedistas, precisamente, creen que todos los hombres son iguales y que no deben discriminarse entre sí de ninguna manera. Por otra parte, ellos no aspiran a un ideal de gobierno basado en un esquema monárquico o dictatorial, sino que piensan que los hombres deben apelar a la razón y a la compasión para regirse óptimamente.

¿Panteísmo?

En segundo lugar, dentro del esquema panteísta, la muerte, desgaste, corrupción y destrucción de las cosas que conforman el mundo, es un proceso completamente natural. Ahí donde yace un animal moribundo se encontrará, tiempo después, el retoño de un frondoso árbol que a su vez servirá de refugio a otras criaturas que habrán de reproducirse para después morir. En otras palabras, la materia se renueva constantemente, en un proceso infinito que cesará cuando el vigor divino se agote, según Bruno, esto no pasará nunca. Este proceso dialéctico está latente no sólo en el plano material, sino también en el metafísico, y es parte del diseño divino del mundo. ¿Les recuerda a algo?

Aquí no estamos hablando de otra cosa que el equilibrio de la Fuerza. Existe el lado oscuro y la luz, la muerte y la vida, el frío y el calor, el bien y el mal, etcétera. Todos estos contrarios son parte de una misma cosa, a saber, Dios o la Fuerza.

Esto articula un punto muy fuerte que permite distinguir a la religión Jedi de otros credos: ellos no establecen explícitamente un código de conducta que defina con exactitud qué es lo bueno y lo malo. Muy por el contrario, consideran que el bien y el mal son axiomas de la Fuerza, en tanto lo son, es la misma fuerza quien les dice cómo actuar, qué hacer, y de qué abstenerse. El sentimiento moral del Jedista parece descansar más bien en una especie de intuición interior en lugar de un estigma que nunca termina de sanar.

Hay algunos puntos más que el Jedismo comparte con otras tradiciones filosóficas ajenas al panteísmo: desde el pensamiento presocrático de Heráclito hasta el taoísmo de Lao-Tse. Lamentablemente, nos vemos obligados a dejar esos análisis para otra ocasión.

Creo que podemos concluir que el Jedismo es algo más que aspirar a tener un sable de luz o poder despedir a un amigo diciéndole may the force be with you cuando notamos que batallará mucho para subirse al metro. Probablemente para varias personas resulte molesta o ridícula la sola idea de pensar que Star Wars será un fenómeno estudiado por los historiadores de la cultura del siglo XXI. No obstante, es complicado negar que en la medida en que es una invención humana, no nos es completamente ajena, y quien sabe, quizá en un futuro muchos trabajadores no tendrán que presentarse el cuatro de mayo a laborar, y se  quedarán en casa conmemorando a San Yodita.