Voy a votar por López Obrador, así como va, a secas, lo he decidido antes de que arranquen las campañas, antes del primer debate, antes del primer volante que traiga impresa la palabra “vota”. Voy a votar por él porque quiero ver a nuestro país en el piso, porque quiero que se rompa esa falsa ilusión mesiánica-religiosa, quiero que todos veamos que ese México no es posible, al menos no así. Voy a tachar en esa boleta el símbolo al que le tuvieron que arrancar el águila juarista, así como pareciera que arrancaron a Juárez de lo que representan.
Voy a votar por el Peje, pero no por las mismas razones que muchos; mi voto no es convencido de que sea la mejor opción, mi voto no es porque crea que hará la diferencia, mi voto no es porque los argumentos a favor me hayan hecho cambiar de opinión. No, mi voto es porque quiero que toquemos fondo como sociedad, que nos estrellemos en la pared de nuestras malas decisiones, que se encienda la pólvora y corra el caos.
Voy a votar por el Sr. López porque votar por alguien más es apostar al inmovilismo, al México del statu quo, ahí donde se cuida la macroeconomía para que sigamos siendo pobres a meses sin intereses, ahí donde los programas sociales combaten todo, menos la pobreza, ahí donde la corrupción ya a nadie sorprende, ahí donde hoy vivimos desesperanzados. Prefiero el caos, la estupidez, la inexperiencia destructiva, la carta de buenas intenciones transformada en nuestro testamento, prefiero eso que seis años más del país donde no pasa nada.
Voy a votar por AMLO para ver su gobierno, ése que cambiará el país agitando su varita varias veces, ese que dejará de robar para acabar con el crimen organizado, ése que ignorará los feminicidios y dirá que las mujeres merecen el cielo, ése que como proyecto económico tendrá un modelo de hace 50 años, ése que dirá frente a cualquier crítica que todos son ataques de la mafia del poder, ése que mentirá reiteradamente para mantener un sueño que nunca se cumplirá, ése que escribirá una constitución “moral” de lo que él considera moral. Quiero ver ese gobierno que buscará desesperadamente convencernos de que estaremos mejor, cuando en las calles todos opinaremos lo contrario.
Voy a votar por Andrés Manuel porque cuando pasen seis años y nos demos cuenta de nuestro error, quizás, sólo quizás, surjan nuevas voces que eliminen para siempre la necesidad del caudillismo que ha destrozado este país. Porque hoy no hay nadie en esa boleta que represente a aquellos que nos sentimos huérfanos ideológicamente, que nos vomitamos frente el pragmatismo mesiánico más bajo, que escupimos a los tecnócratas que quieren gobernar desde los números, que repudiamos a un rey chiquito que se erige sin escrúpulos y ha hecho de la traición su moneda de cambio, que rechazamos a una clase política que se presenta como independiente sólo porque no tenían suficientes canicas para jugar en sus partidos.
Voy a votar por Obrador porque quiero ver su cara real, esa que oculta porque lleva 18 años en campaña, pero que se le sale a la menor provocación. Esa cara autoritaria, déspota, demagógica, cristiana, conservadora, intolerante, hipócrita, burlona, falsa, esa cara que se transforma en cada pregunta incómoda, en cada descalificación.
Voy a votar por López Obrador porque quiero que todo mundo sepa que él no es ni será Mujica, o Kirchner, Lula, Chávez, Castro, Santos, Evo, Bachelet o quien se les ocurra, porque él será un presidente que ya conocemos, uno que ya vivimos, será uno de esos que apostaron por el México de caudillos, esos que apostaron por el populismo y administrar la falsa abundancia, esos que vestían guayaberas, que fueron ineptos, corruptos, autoritarios y pensaban que de alguna forma extraña cambiarían a México, esos que nos hundieron tanto en la mierda que llegó la alternancia… usted ya sabe quién.