En una provincia rural de República Checa existe una vieja iglesia habitada por fantasmas de yeso.
En 1968, durante un funeral, parte del techo de la iglesia colapsó, debido a fallas estructurales. Los habitantes del pueblo asumieron que el accidente sucedió por una maldición y decidieron abandonarla. Por años, el interior de la iglesia se deterioró hasta convertirse en el escenario perfecto para la instalación del artista local Jakub Hadrava.
Para salvar al edificio, Jakub construyó dentro de la iglesia nueve fantasmas de yeso que, hasta la fecha, sobreviven entre la penumbra de la iglesia abandonada. La instalación resultó ser todo un éxito, pues ha atraído a turistas de todas partes del mundo y sus donaciones hacen posible que la iglesia de los nueve fantasmas siga abierta.
Desde la llegada de los nueve fantasmas, la iglesia se ha poblado lentamente por más figuras encapuchadas.
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