La estrategia de la distracción es una de las técnicas más elementales para manipula a las masas y ganar control social. Se sustituye cualquier interés por el fútbol, que, para acabar pronto, no tiene una importancia real más que la de constituir, como el cine, uno de los negocios más rentables creados en por la humanidad.

El 4 de abril de 1993, la mítica selección mexicana que dirigía Miguel Mejía Varón comenzaba su camino para el mundial vecino de Estados Unidos 94. El rival era El Salvador, y el resultado final, adverso, 2 a 1. A la postre, hay quienes consideran que esa selección ha sido la mejor en toda la historia de los representativos del balónpie. Sin embargo, hay que considerar que se convirtió en una distracción que alienó a millones de mexicanos sin que se percataran de lo que se avecinaba: un levantamiento indígena en Chiapas, una elección presidencial ensangrentada por un par de hermanos que desde su infancia mataron a una sirvienta, y una severa crisis económica.

El corrido ¡Despierten ya mexicanos!, recitado magistralmente por Ignacio López Tarso, suplica por la desalienación que no termina por ocurrir. Lo escribo en vísperas de la elección presidencial que parece ir por el mismo rumbo: el fraude que representa el fracaso perpetuo y laberíntico en el que estamos metidos los mexicanos es ese laberinto que le impide trascender a la selección mexicana a niveles codiciados. Como si pasando a las instancias desconocidas de los cuartos de final del mundial de fútbol todos los problemas del país se fueran a resolver.

Pues en el año 1993 algo ocurrió y la odisea de un inicio trastabillado que concluyó con un apabullante 4 a 0 propinado a los americanos, a esos pinches gabachos que nos robaron la mitad del territorio. Esa odisea es memorable, aunque en nuestro imaginario futbolero las razones de Trump para hacer el muro sean esos cuatro goles y no que nuestro país es un Estado fallido que no es capaz de brindar lo que sus ciudadanos precisan y por eso deben irse al otro lado a trabajar. Aquella goliza dominical fue coreada por el mismísimo Señor Presidente: Carlos Salinas de Gortari se regodeó porque nos estábamos chingando a los socios del Norte. Como si por eso la economía recientemente privatizada fuera a meter las manos en contra de la economía yanqui. Incluso se llegó a decir que ya estábamos en el primer mundo.

Al final, ya en 1994, después de la verde ilusión, todo se fue la la chingada.

Llegaron los penaltis como la estúpida consigna de “más vale malo por conocido qué bueno por conocer”, que hoy usa el PRI amedrentando a los ciudadanos idiotas que ha creado con sus reformas educativas.

Llego la dignidad indígena exigiendo justicia. Esos penaltis los tiro el ejército mexicano, la corrupción, la sangre de los políticos asesinados que hoy el partido en el gobierno usa como mesías de plástico.

Este año de elecciones presidenciales y mundial pinta de la misma forma. Por Mexico juega el olvido en la portería, en la defensa la corrupción, el racismo, la alienación mediática y las reformas que han devastado al país. En la media juega el abstencionismo, los líderes de opinión, la izquierda derechista mexicana y todo el PRI y en la delantera está la impunidad y la injusticia.