Es irresponsable darle ese título a la reseña de una película, pero me encuentro en total libertad de decirlo ya que ni la productora, ni la distribuidora me dan nada por expresar mi opinión. Además de que igual que con la reseña de Argo, estoy completamente seguro de lo que es voy a decir, así que ponga una rola de Slayer antes de seguir leyendo.
David Ayer, el director y escritor de Último Turno (End of Watch EUA, 2012), acertó al usar baja definición (cámaras portátiles) para narrarnos el origen y desarrollo de una amistad masculina, la de Jake Gyllenhaal, y Michael Peña. El resultado, una película que logra darle nuevos bríos a un genero desgastado, abusado, violado y maniatado en el sótano de los productores de Hollywood. Brian Taylor (Gyllenhaal) y Mike Zavala (Peña) son una pareja de patrulleros en uno de los barrios más duros de Los Angeles, nos cuentan los horrores y gozos de su cotidianidad, las pugnas de pandillas, los códigos de los pandilleros, el lugar donde los sueños americanos van a morir. Pero lo que vende palomitas es que cada uno de ellos cuenta con habilidades únicas debido a sus antecedentes familiares y morales, esos los convierte en guardianes de la ley ejemplares, no “supercops”, sino un par de vatos que hacen bien su chamba, y que están a punto de encontrarse con un reto superior todos sus esfuerzos.
David Ayer encontró la forma de devolvernos el gusto de ver películas de acción, de introducirnos en la vida de un par de amigos que no son diferentes a nosotros, llevarnos por un carrusel de emociones, hablar de problemas sociales sin ser racista, o dar hechos por sentado. Lo malo es que no creo que todo el mundo entienda la importancia de esta producción, y es muy probable que dure poco en cartelera. Lleven a sus hommies.