Hace un año, más o menos, Pharrel William arruinó para mí el concepto de felicidad, desde entonces me he propuesto arruinarlo para toda la humanidad. No es sólo eso, de las ambiciones inútiles del ser humano, la felicidad es a la vez la más inocua y la que menos entiendo.
No quiero parecer amargado, sólo trato de explicar por qué no tienen sentido los incansables esfuerzos del hombre por ser feliz, a pesar de qué…
Buscar la felicidad te puede hacer infeliz
¿Se acuerdan de #100HappyDays? Qué dolor de huevos. Para los que hayan pasado los últimos meses de 2014 en coma: 100 Happy Days era un reto en el que todos los días debías subir una foto de algo que te hiciera feliz para apreciar mejor tu vida, ser más optimista y agradecer la bla bla bla djinsdfjlksadvkjnlvad…
Según la ciencia, el reto de #100HappyDays puede hacerte más infeliz. Estudios recientes, como éste, demuestran que tratar a la felicidad como un objetivo produce decepción por no haberla conseguido y eventualmente te lleva a la infelicidad.
¿Alguna vez vieron a alguien terminar el reto? Imagina que lo haces. ¿Cuántas cosas en la vida pueden hacerte feliz? Una vez que presumiste tus zapatos nuevos, el café de la mañana y la cara de tu novio, ¿qué pasa cuando comienzas a buscar, sin resultados, el elemento número 75 de la lista? En el mejor de los casos, un día te quedas sin cosas felices que presumir en tus redes sociales, en un ambiente donde está comprobado que la gente suele exagerar sus propias experiencias para parecer más feliz, bajo el acoso constante de este reto que ahora se ha convertido en una obligación.
¿Qué tan feliz puede hacerte pasar cinco minutos acomodando un libro, un café y un cupcake para presumir en Instagram la perfección de ese momento casual? ¿Qué tan feliz puede hacerte recibir sólo un par de likes mientras observas foto tras foto de maravillosas espontaneidades ajenas?
Incluso esa basura hippie de renunciar a cualquier deseo, por pura lógica, no sirve para alcanzar la felicidad. Sí, el deseo no satisfecho produce dolor, pero incluso si decides conscientemente que renunciarás a toda ambición y te irás a vivir a un monte, o lo que sea; lo haces con el deseo de alcanzar la felicidad, y cuando ese deseo no se cumpla no sólo serás infeliz, ahora también vivirás en un monte y no tendrás Internet.
No sabemos qué es la felicidad
¿Qué es la felicidad para ti? Dependiendo de qué tan hippie seas, responderás que tiene que ver con posesiones materiales o un estado de la mente o lo que sea que haya recomendado Toño Esquinca esta mañana. La verdad es que el concepto de felicidad actual es muy reciente. Incluso la idea de que debemos o podemos ser felices es nueva.
Darrin McMahon publicó en 2006 un ensayo sobre las distintas nociones que la humanidad ha tenido de la felicidad. Por ejemplo, para Homero, la felicidad era un estado del ser, independiente de nuestras acciones, que sólo le era otorgado por los dioses a unos cuántos. Unos 500 años después, Aristóteles dijo que “la felicidad es el significado y propósito de la vida, el único objetivo y fin de la existencia humana”, pero él no hablaba de acariciar gatitos o recibir muchos likes en tus selfies; Para aristóteles la felicidad era “la actividad del alma expresando virtud”, y ni siquiera se refería a la virtud que conocemos hoy en día, su concepto de virtud era más cercano al orgullo y la sabiduría que a la caridad. Básicamente, según Aristóteles, Dr. House es mucho más virtuoso que la Madre Teresa de Calcuta.
Es curioso que durante muchos años los nuevos conceptos de felicidad seguían relacionándose con la virtud, aún cuando el concepto mismo de virtud cambiara. Si escucháramos al cristianismo medieval, la felicidad no existe sino como una recompensa en el paraíso por nuestro sufrimiento en la tierra. Por el contrario, el Renacimiento retomó el concepto hedonista de que el placer trae la felicidad y más tarde, la Ilustración llegaría con la idea de que el destino del hombre es la felicidad epicúrea (que es como el hedonismo de los nerds).
Incluso hoy no hay una definición de la felicidad con la que todos estén de acuerdo. Eso que todo el mundo busca, nadie sabe qué es, y ese es el principal problema, mucha gente se cree infeliz porque le falta cierto sentimiento vago que quizá no sabría reconocer si lo tuviera, y aún si llegara a alcanzarlo…
No hay un “vivieron felices para siempre”
¿Han estado tan aburridos de Netflix y de la vida que terminaron viendo Jiro Dreams of Sushi? Es un documental sobre un maestro del sushi de 85 años. Jiro ama hacer sushi, no toma días libres de su restaurante de cinco estrellas, pasa su tiempo de ocio pensando nuevas recetas e incluso cuando duerme sueña con sushi.
Esa película me parte el corazón. Claramente el señor es feliz, tan feliz como un perro sin piernas persiguiendo una pelota en un cuarto pequeño, ¡lo único que hace con su vida es sushi! Lo siento, pero en el siglo XXI, con la vastedad del conocimiento del hombre en la palma de nuestras manos y siempre disponible, dedicar tu vida entera a un tipo de comida que sólo los turistas pretenciosos fingen disfrutar, me parece una tragedia.
He visto a ese tipo de gente trabajando en publicidad. Digo esto porque siempre he creído que es muy saludable odiar tu trabajo, por lo menos un poquito, por lo menos ciertos aspectos, los que no están bajo tu control, si quieres. ¿Qué motivo tendríamos para crecer o aprender sin esa miseria cotidiana?
La gente que dice amar sin reservas a la publicidad, o miente para que sus empleados acepten sacrificar su tiempo libre y su vida personal a cambio de un reconocimiento que a nadie le importa fuera de la industria, o está loca.
Breve paréntesis: Si eres un joven publicista y crees que esta industria de canallas y tontos te hará feliz, lo siento, no lo hará. Trabaja por dinero, no por felicidad, y no le creas a nadie. Si alguien te dice que te quedes a hacer proactividad, diles “huevos, se llaman truchos”. Si alguien te promete un premio, sal mañana a la parada del camión (a menos que estés en Polanco o Santa Fe) y pregúntale a tres personas qué es un León de Cannes. Si alguien te pide quedarte tarde a pelotear y cenar pizza, diles “pelotéame esta” y escapa, lee un libro, aprende un idioma o pícate la nariz durante una hora. Cualquier cosa que hagas por ti y no por tu trabajo te hará mejor persona.
En cambio, si eres mi jefe: no te creas, nuestra agencia es distinta. A ver qué día nos quedamos a pelotear y comer pizza para sacar unas ideas.
Sin embargo hay gente que conoce bien el medio y genuinamente disfruta este trabajo, yo he conocido a un par. Un director creativo con el que trabajé amaba a la publicidad más que a nada, trabajaba unas 18 horas en un día tranquilo y su obsesión lo llevó a perder a sus amigos y su familia. Un día le pregunté cuál era su objetivo en la vida y me respondió “ganar un león de Cannes, y luego de eso, ganar dos leones, y luego diez”. Inconscientemente, él me estaba dando las bases de La Adaptación Hedonista, la razón por la que no hay un “felices para siempre”.
Dan Gilbert, un psicólogo canadiense, hizo estudios sobre un concepto llamado “felicidad sintética” y llevó registro de los niveles de felicidad de dos personas, una había ganado la lotería y la otra había perdido ambas piernas. Luego de una semana, por supuesto, el nuevo millonario era infinitamente más feliz que el nuevo amputado; pero luego de un año los niveles de felicidad eran casi los mismos, incluso hombre que había perdido las piernas era un poquito más feliz.
No es que el hombre sin piernas fuera el Dalai Lama y el millonario, un joven escritor del DF que sólo publica en Internet; estos resultados responden a La Adaptación Hedonista, un mecanismo psicológico que nos ayuda a habituarnos a nuestras condiciones actuales. La buena noticia es que si mañana descubrieras que tienes VIH, eventualmente te acostumbrarías a ello; en un año, más o menos, serías tan feliz como hoy, sólo un poco más delgado. La mala noticia es que si alguna vez alcanzas tus metas en la vida, sólo serás feliz durante un periodo breve, luego regresarás a tu miseria cotidiana, con nuevas metas y ambiciones en el horizonte.
Por eso Jiro sueña con mejores recetas y los publicistas más exitosos siguen mandando piezas a esos concursos que a nadie más le importan, porque aún el mejor sushi del mundo o una vitrina llena de leones dorados, un día no serán suficientes.
Parece un panorama desolador, pero honestamente creo que es el único aspecto positivo de la constante búsqueda de la felicidad, porque…
La miseria nos hace mejores personas
Si nuestros ancestros hubieran sido felices, viviríamos en una sociedad de cavernícolas budistas. La ambición es la base del progreso; la miseria colectiva es el motivo detrás de los aviones, la medicina, Joy Division y todo lo bueno que le ha ocurrido a la humanidad.
Piensa en tus diez escritores favoritos: a menos que seas fan de Paulo Coehlo o Gaby Vargas, seguro la mitad se suicidó y la otra mitad tuvo una vida de mierda. No trato de idealizar sus tragedias, sólo digo que su talento y práctica dieron más resultados que su autoestima o su actitud frente a la vida. Muchas veces esas mismas tragedias fueron las que inspiraron sus mejores obras, o como dijo Manuel Escorza “Yo no escribí estos cantos para dar espuma a las muchachas / Yo canté porque los dolores ya no cabían en mi boca”.
La felicidad no tiene mérito alguno, es un objetivo egoísta y mediocre, la respuesta de cajón del perezoso cuando le preguntan qué espera de la vida, el mismo que cuando le preguntan por su banda favorita responde “The Beatles”. No digo que nos dediquemos a ser miserables, sólo propongo dejar de perseguir la felicidad y dejar de escuchar a cualquier payaso que nos la prometa.
Entonces, si el objetivo del hombre no es la felicidad, ¿cuál debería ser? ¿Cuál debería ser la razón de nuestras vidas? Eso depende: si eres religioso, seguro ya tienes un libro que piensa por ti y está lleno de buenos consejos, como no matar, odiar a los gays y no comer camarón (no pun entended). Si eres normal, propongo mirar al pasado, a tiempos más simples, cuando la felicidad no era ni un derecho ni una aspiración real.
Para Homero, la felicidad era “formar lazos y sentir empatía por otros”, pero recuerda, entonces la felicidad era un concepto tan aburrido y distinto al actual que nadie lo buscaba. En cambio, los objetivos de sus personajes son otros: la venganza, el amor, el poder, la gloria…
¿Qué habría pasado si alguien le hubiera dicho a Aquiles que dejara de preocuparse por sus defectos y se enfocara en sus virtudes? La gloria es un objetivo mucho más noble que la felicidad: No se consigue en Instagram, se consigue en combate; no se logra haciendo yoga de la risa o cualquier otra basura hippie, se adquiere con sufrimiento, entrenando diario, construyendo durante años la fuerza y la destreza para salir victorioso de cualquier combate.
Algunos personajes de Homero sólo buscaban la sabiduría, que es como la gloria del conocimiento. Hasta la venganza es un objetivo más real que la felicidad, matar a tus enemigos al menos tendrá efectos reales en tu vida.
Creo que lo que quiero decir con todo esto es que vayas y mates a tus enemigos, quién sabe, tal vez eso te haga feliz.