Bradbury-jumbo
Ray Bradbury es recordado por dos obras, principalmente: Crónicas marcianas (1950) y Farenheit 451 (1953). Estos dos son relatos del futuro, viajes en el espacio, otros mundos; siguen, paralelamente a Asimov, pero por la vía “blanda”, el camino de la literatura fantástica y la ciencia ficción. Ahroa, tras su muerte, el 5 de junio de este 2012, yo recordé a Bradbury como un escritor moralino. Puede sonar un tanto blasfémico, en tanto que admiremos a Bradbury, pero sepamos que la literatura, cuando va de la mano con la didáctica, se puede volver un instrumento de tortura, una prescriptiva del buen gusto, o una simple regañada a las malas costumbres de nuestro tiempo. La literatura no tiene más fin que ser literatura, por supuesto, y esto deja de lado toda ambición doctrinaria y correctiva que pueda enturbiar las aguas del relato. Sin embargo, Bradbury lo hace de otra manera,

No hay por qué ser escépticos, él y yo lo sabemos: decía de sí mismo que era “un narrador de cuentos con propósitos morales”. Detrás de los marcianos, venusinos, viajes en el espacio, y artilugios del futuro, está lo que Russel Kirk llamaría “la Gran Desesperación”. Los individuos de Bradbury no sólo muestran y exponen el futuro, sino que lo padecen. El futuro de Bradbury nunca fue sólo una nave espacial, o un adaptador climático en Marte; en Farenheit 451, el nodo es una sociedad distópica, al igual que en muchos de sus relatos. Su literatura, como decía, “no intenta predecir el futuro, sino dar avisos”.

Se puede decir, en pocas palabras, que la ponderación de la humanidad sobre la ciencia y la especulación separa a la ciencia ficción “blanda” de la “dura”. Bradbury lo hace a su estilo, y va más allá de eso. De entrada recuerdo un par de relatos suyos.

“El otro pie” (the other foot), de El hombre ilustrado. Marte es colonizado por negros, sólo seres humanos de la raza negra. Un día, se enteran de que viene en camino una nave de la Tierra, y que tiene a bordo a una tripulación de blancos. Los nuevos dueños de Marte se conmocionan con la noticia. Y es que pensemos en una sociedad estadunidense de 1951, en la que los negros estaban en una lucha atroz contra la segregación racial en E.E.U.U. Y otros países, y se liberan de todo eso colonizando Marte. Cuando los nuevos gobernadores del planeta rojo se enteran de que sus represores vienen a ellos, aplican un sistema inverso al de Jim Crow, donde las personas de la raza negra eran considerados ciudadanos “de segunda” y tenían que viajar relegados en asientos particulares de camiones, entre muchas otras atrocidades.

Bien, invertido el sistema de segregación racial, los blancos que llegaran a Marte debían estar en un nivel jerárquico inferior a los negros, iban a vivir la vida de segunda, sólo por venganza.

Llegada la comitiva de blancos, narraron la razón de su viaje. Habían volado la tierra en pedazos o algo así, nada difícil de creer. Y sostuvieron una plática entre representantes donde se llega al hermoso acuerdo de que la discriminación es un acto nocivo y desisten para vivir en paz.

La lección fue dada. Otro relato que quisiera recordar es “Una tableta de chocolate” (Have I Got a Chocolate Bar for You!), y, en general, todo el libro en el que viene: Mucho después de media noche (Long after midnight). Este libro es una recopilación muy libre de relatos, hay desde ciencia ficción hasta el cuento de unos conductores de ambulancia, que da título al libro. Al cuento que yo me refiero, es sobre un adicto al chocolate. No a ningún chocolate alienígena, nada de eso, chocolate normal, tamaño familiar, de 89 centavos. Y el padre de una iglesia le da terapia sicológica desde el confesionario. En agradecimiento a la terapia y al resultado, el adicto ofrece al padre traerle un objeto santificado por el papa. Y sí, le da una barra de chocolate, que alzó en su mano cuando el santo pontífice daba en el Vaticano la bendición.

Esto ya supera la ciencia ficción blanda, son relatos realistas con enseñanzas personales y eniquecimiento espiritual. Bradbury parece bastante cómodo con el juicio del tiempo como un autor de ciencia ficción pero tiene otra lectura, bastante merecida, a pesar de que en la crítica, estos cuentos cultivadores son los menos elogiados. Hay una brecha enorme entre Crónicas marcianas, o el mismo Hombre ilustrado, y Mucho después de media noche, como en sus novelas se da un salto temático entre Farenheit 451 y el Vino del estío.

Dijo Bradbury, sólo es peor que quemar un libro el no leerlo; yo creo que sólo peor que un autor muera, es que sea olvidado, y quizas tan malo, que sea recordado a medias.