¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? / D'où venons nous? Que sommes nous? Où allons nous? Paul Gauguin, dic 1897, Tahití. Museo de Bellas Artes de Boston. Óleo sobre lienzo de 139.1 cm × 374.6 cm

Imagen de portada: Paul Gauguin de Melissa Paredes

El primer texto escrito sobre lo que ahora llamamos América fue la carta de Cristóbal Colón a Luis de Santángel en 1493. Es una epístola que tenía como objetivo buscar una compensación de los reyes. Cabe recalcar la conquista onomástica y la apelación a la imaginación. Colón había descubierto el locus amoenus.

Ya después, este continente idílico fue como el Acapulco de los defeños. Paul Gauguin fue un triple visitante de estas tierras, en busca de una vida simple, no occidental y medios para la creación pictórica.

Eugene Henri Paul Gauguin nació en París en 1848. Su primera visita a América fue a los 18 meses de edad. Su familia viajo a Lima Perú por mal augurio a razón de la siniestra posición política de su padre. El padre de Gauguin no sobrevivió el viaje en barco hacia los Incas, obligando a su familia a vivir con un tío suyo. El infante Paul creció hasta los siete años en América junto con su madre y su hermana, aprendiendo su lengua materna (el español) y un incesante gusto por lo exótico.

A partir de la muerte de su madre en 1867 y la permanente estancia de su hermana en la India, el joven quedó en manos del mar como piloto en la marina mercante hasta los veintitrés, porque gracias al viudo de su madre, pudo laborar en la bolsa de París. Creció económicamente y adquirió una esposa, cinco hijos y una colección de pintura, acción que era su pasatiempo. Como parte de su colección resaltaban obras de Renoir, Degas, Monet y artistas impresionista que no gozaban de fama. Gauguin vivió por once años una vida privilegiada y una posición importante en el arte, motivo por el que conoció a su próximo amigo y guía Camille Pissarro.

Pisarro animaba la búsqueda de un estilo y no la réplica de otros, quería que Gauguin encontrara a un Gauguin. Pinceladas suaves, rápidas y pintar todo lo que veía le aconsejaba su amigo. También era como su pequeño mecenas, pues ayudó a que se expusiera en la muestra impresionista en 1881 algunos de sus cuadros. Mismo lugar y año en el que conoció al ahora reconocidísimo y tocayo de él, Paul Cézanne. El encuentro fue inolvidable para el parisino, pues le impresionaba el enfoque formal de sus pinturas, la estructurada pincelada y una planicie llena de profundidades.

Tras una caída en la bolsa de París, Gauguin decidió dedicarse por completo a la pintura, pero sus primeras obras no tuvieron éxito. Su esposa y sus hijos lo abandonaron por la escasez de dinero; después de un año, él los siguió. Trabajó en una empresa de telas impermeables para solventar a su familia, pero sólo duró un año hasta julio de 1885. Regresó a París junto con uno de sus hijos, pegaba anuncios en las calles y a duras penas podía pagar el tratamiento de su crío enfermo. Tuvo que vender su colección de cuadros, excepto los Cézanne. Su vástago fue enviado a un internado. Su vida se volcó al arte, pero sin triunfo momentáneo.

En 1886, después de su efímera estancia en Gran Bretaña, abandonó el viejo mundo en busca de una vida primitiva. Se trataba de su segunda visita a América, llegó a Panamá en principio y se traslado a Martinica. En una carta para su esposa, casi como una epístola, Gauguin le contaba que quería vivir como salvaje. Habito una sencilla choza y desató el proceso de creatividad que le daría la madurez a su obra posteriormente. Utilizaba una paleta de colores cálidos respetando la luz solar de Martinica. Las composiciones eran cerradas, de temas cotidianos de los nativos tal como las mujeres y paisajismo. Esta sería la parte pueril del estilo primitivista.

El desarrollo final del estilo primitivista que se define como un préstamo de lo prehispánico en la obra pictórica contemporánea, respectivamente. Fue en Tahití en 1891, siendo esta la última y tercera visita a América; el gasto lo había cubierto sus diez mil francos ganados de trece pinturas que había vendido. Una semana antes de su partida se había servido un banquete para elogiarlo como el fundador de simbolismo en el café Voltaire en París. Gauguin rompió con lo occidental para adentrarse a una cultura, interesándose en la gente en sí misma y el paisaje.

Esta vez se refugio en una casa de madera y se dispuso a pintar las escenas igual que en Martinica, sin embargo en Tahití exploto la región, su creación y los colores. A pesar de haber representado ya a las féminas en su cotidianidad, en ese viaje estaba interesado en representar la naturalidad; se decía que las mujeres eran libres en sus relaciones e incluso se ha especulado que pagó a prostitutas para que sirvieran de modelos, sin embargo no es posible afirmarlo pues, a pesar de que en su diario se haya criticado como algo irreal, él jamás reveló algún tipo de intercambio monetario con las mujeres por posar para las escenas; tal vez se trataba de otra faceta libertina de las tahitianas. Gauguin se casó con una muchacha nativa de 13 años nombrada por él como "Tehura", ella fue tema de varias pinturas teniendo representación nudista, fantásticas y creación de tallado sobre madera.

En sus pinturas se resalta una paleta de colores vibrantes con ninguno matizado o sólido, al contrario; seguían algún tipo de mezcla entre ellos sin seguir un orden cromático. Las composiciones son cerradas, hay retratos, paisajes, ritos nativos y escenas de ocio, casi como rococó. Pintaba todo lo que sus ojos veían. La pintura del visitante parisino trataba de presentar al occidente o a nadie la forma de vida de estas personas que a pesar de la conquista y la intromisión en sus culturas seguían teniendo un lado que era distinto a lo occidental, llamado salvaje. Al final, Paul Gauguin había encontrado el locus amoenus y lo pegó como anuncios para la posteridad.