No podemos colaborar con una corporación que cobra de los artistas para financiar la guerra.

Durante años, Spotify decía que le pagaba poco a los artistas porque su modelo de negocios no era sustentable:
No se ganaba tanto de los streams, ni modo. Una vez más, el culpable es el consumidor que quiere todo gratis.

Por otro lado, en la primera mañana de diciembre de este año, Daniel Ek, fundador de Spotify, anunció que estaba muy orgulloso de contribuir con 100 millones de euros a una startup europea que desarrolla armas con inteligencia artificial.

Las ganancias de Spotify se invertirán en hacer realidad la guerra del futuro y todos le ayudamos. Felicidades.

Déjenme admitir mi hipocresía desde un principio: Con el afán de hacer llegar nuestras voces a más y más oídos, ignoramos durante años las quejas de los artistas de que esta corporación depredadora estaba desmantelando la industria discográfica.

Honestamente, no me importaba tanto. Las grandes disqueras son dinosaurios: depredadores de otro tipo, de otra era, obsoletos y en peligro de extinción. El problema que deliberadamente ignorábamos era el de los artistas independientes a los que Spotify les paga cacahuates por su trabajo y que tienen que componer alrededor de los caprichos del algoritmo con la esperanza de que algún día un editor de Spotify los meta en una playlist.

Buscábamos más público, lo admito y, como aquél dijo “no hay consumo ético bajo el capitalismo” dijimos “¿por qué el ético debo ser yo?”

Pero hay una gran diferencia entre causar un impacto negativo en la sociedad y deliberadamente financiar el desarrollo de tecnologías cuyo único fin es asesinar a otros seres humanos.

Hellsing.AI, la startup de asesinos a la que va tu dinero de Spotify, asegura que es una compañía ética cuyo único fin es defender a las democracias de occidente… ¿pero defenderlos de qué? ¿De los terroristas que las mismas naciones desarrolladas han radicalizado al invadir sus países por órdenes de las petroleras que pagan los lujos de sus bastardos representantes?

¿Cuándo se han usado estos drones para defender vidas? Todas estas bombas caen a miles de kilómetros de donde fueron ensambladas para proteger los intereses de la corporación que le pagó más al político que declaró la guerra. Es la guerra anónima de ciegos contra desconocidos que nunca tuvieron siquiera la dignidad de mirar a los ojos a su asesino.

¿Cómo puede ser ético matar a otro ser humano a kilómetros de distancia?

Esa fue la gota que derramó el vaso. Entre más pienso en la oscura red de intereses que mantienen viva a la industria de la muerte en los países más pobres del mundo, más se me revuelve el estómago y menos quiero tener que ver con ellos.

Los quiero, chicos. Gracias por su atención

La culpa me corroe. La misma mañana que Spotify anuncia su startup de la muerte, nuestros feeds amanecieron llenos de ustedes, de su gratitud y atención, del tiempo que nos han dedicado. Les agradezco a todas y todos el tiempo que nos han prestado, su atención y su confianza; pero mira qué sistema tan podrido habitamos, que convierte las interacciones humanas más puras en dinero para asesinar gente.

Y cada número que veo, cada hora, cada minuto, se suma a mi culpa. Podría hacer con sus screenshots una gráfica precisa de los litros y litros de sangre que me corren por las manos. Yo ayudé.

No me tengas lástima, tú también.

Dicen que las acciones individuales no tienen un efecto frente a un problema sistémico, pero mira qué cagado: eso lo dicen las millones y millones de personas que conforman ese sistema.

En lo que son peras o son manzanas, yo me alejo de esta máquina de miseria y muerte que convierte la expresión más bella del espíritu humano en bombas. Como quien se aleja de Omelas, me separo de Spotify. Disculpen los inconvenientes.

Por favor no crean que les juzgo. Creo que la moral con la que clasificamos a otros es más como una máscara que usamos frente a nosotros mismos para justificar nuestras peores acciones. Por eso trato de no proyectar mi sombra sobre ustedes.

En un sistema roto, todos somos parte del problema. La única decisión moral es qué haces cuando te das cuenta. ¿Lo ignoras, o lo abandonas?

Personalmente, no creo que este pelonchas sea malvado. Él es sólo un ciego engrane de una maquinaria engrasada por petroleo y sangre.

La misión de su fondo de inversiones no es financiar negocios que contribuyan al planeta o que hagan la vida de la gente más plena. El dinero no tiene esos prejuicios. Su única responsabilidad es crecer el dinero de los inversionistas y él no tiene la culpa de que la guerra sea tan buen negocio.

Postdata: ¿Qué es esa mamada de que es normal vernos como familia? No te equivoques. Yo te amo como prójimo, incondicionalmente, pero no somos familia. Esas pendejadas de Spotify para fortalecer nuestra relación parasocial sólo sirve para generar más engagement mientras que devalúa el sentido de la palabra familia. Odié toda la retórica del pinche wrap.

¿Qué es esa mamada de que si mi vida fuera una película, éste sería el soundtrack? Sí lo he pensado, claro que soy un narcicista, pero me lo guardo para mí porque es uno de los aspectos más vanidosos y peligrosos de mi ego. Me caga que una corporación se agarre de mis necesidades sociales más básicas y en lugar de darme una comunidad me convierta en un anuncio andante. Chinguen a su madre todos los días hasta que la guerra en el mundo acabe.

Fin.

Postdata 2:

El odio es la cara valiente del odio y la tristeza. En este caso es la tristeza la que se oculta detrás de esta rabieta.

Ya sé que nada va a cambiar después de abandonar y denunciar a esta corporación. Ya sé que el mundo gira sobre un eje podrido, como decía Bukowski. La vida es sufrimiento, como decía Schoppenhauer porque no le entendió al budismo… pero de todos los males que esta vida te tiene preparados, no hay ninguno pero que la traición, y yo me siento traicionado.

Por cierto, amé leer sus wraps. Muchas gracias.

La verdad es que yo amaba a Spotify. Ellos fueron los primeros en hacer esto que ahora todas las grandes plataformas están tratando de imitar. Gracias a ellos conozco música de todo el mundo, artistas con los que nunca me habría topado y puedo ver en tiempo real lo que escuchan mis amigos, conocidos y gente que ya no está en mi vida.

Spotify me dió otra forma de conectar con otros seres humanos.

Ahí en mis podcasts de fin de año están guardadas las memorias de mis tristezas y esperanzas más grandes.

Mis mejores viajes , las casas donde viví, la gente a la que amo y hasta ese bosque quemado, viven cada uno en su propio podcast. Los puedo visitar cuando yo quiera, sólo tengo que escuchar.

Gracias a Spotify pude comunicarme con miles de personas que hoy me dan esperanza en el futuro.

Gracias, Spotify, pero adiós, vaquero. Tu tiempo pasó.

Me hubiera gustado verte regresarle un poco más a los artistas, pero no me hubiera gustado verte fracasar. Aún así me entristece ver que no tuviste la oportunidad, porque si algo duele más que perder a alguien que amas, es observarle escoger el camino de la maldad.

Adiós, vaquero.

Te voy a extrañar.

¿Pero y si pudiéramos escucharnos por medio de un canal propio?

Luego les cuento.

La noche del domingo borraremos todo nuestro material de Spotify.

Mientras tanto, nos pueden escuchar en todos los otros monopolios de los medios digitales: ivoox, Alaska, Google podcasts, etc… que nos pagan exáctamente lo mismo que Spotify: pito.